Tres palabras ya lucía en la prueba de sonido. «Qué bonito es, ¿eh?», le dijo Pablo Martín Caminero a Álex Conde cuando bajaron del escenario mientras Micha Olivera canturreaba feliz tras el bombo y los platillos. Minutos después, contrabajista, pianista y batería ofrecieron un concierto de los que se recordarán cuando pasen los años y, con los años, las ediciones del Festival Internacional Eivissa Jazz. El inmortal bolero de Osvaldo Farrés fue, de hecho, una de la primeras perlas escondidas en el setlist.
En un valenciano en el que se podía colar –como él mismo advirtió, medio broma, medio en serio– algún anglicismo por las casi dos décadas que ha pasado estudiando, enseñando y tocando en Estados Unidos, Conde presentó los temas que condensaron lo más granado de El Trío, su último disco y el nombre del proyecto que mantiene con Martín Caminero y Olivera desde que vuelve a vivir en España. Hubo muchos momentos para homenajear a «los arquitectos del bebop» –como el neoyorquino Bud Powell y su Oblivion– y, también, para cometer alguna travesura grunge: los acordes de Smells Like a Teen Spirit colonizando los compases finales de Spring Break. Con esa seguidilla, la audiencia pudo comprobar que estaba delante de uno de los pianistas de jazz que mejor han decodificado el lenguaje y las maneras del flamenco.
La técnica exquisita de Conde quedó patente a lo largo de una actuación que duró exactamente una hora. También, su musicalidad. Inflexiones de codo, para marcar los acentos más gitanos. La alegría del latin jazz en los pasajes más expansivos. Sutileza expresionista, a veces. El contrabajo y la batería sonando compactos, sabrosos y con muchos momentos para brillar. Una simbiosis maravillosa. Con las Bulerillas, también sacadas del álbum, se ganaron la gran ovación del público. Algunos bajaron hacia el Portal de ses Taules con El Trío a casa debajo del brazo. Cabe sospechar que, tras el bolo de hoy, el pianista tendrá ganas de volver al Baluard de Santa Llúcia. Sus compañeros son dos veteranos del Eivissa Jazz y, como las golondrinas, vuelven y vuelven y vuelven.
Siguiendo ese hilo, la visita de Anja Gottberg es, además de una primera vez, un regreso. Lo explicó José Miguel López al presentar a esta contrabajista sueca que participa a cuarteto en el Eivissa Jazz gracias a su triunfo en el Festival de Getxo… del año pasado. Meses después de ganarse al jurado vizcaíno, traerla a Dalt Vila fue imposible porque ya tenía la fecha comprometida. El contacto, sin embargo, se mantuvo y Gottberg aterrizó con una banda muy internacional –ya que comparte escenario con un noruego y dos yanquis: piano, batería y saxofón– para ofrecer una dosis de jazz, a ratos intimista, a ratos vibrante, siempre muy libre.
Antes de actuar, la contrabajista estaba feliz por haber pasado un día bajo el sol ibicenco. Durante un largo tiempo ha vivido en Ámsterdam, pero añora el Mediterráneo –pasó cinco meses estudiando en Barcelona: y se despidió del público en castellano– y, ahora, vuelve a tener el norte de Suecia como base. Un territorio mucho más frío pero que es «la Andalucía escandinava». O, al menos, así la definió López al enterarse de que Gottberg nació en Dalarna, el condado «donde mejor se conserva el folk sueco». Una tierra de músicos y de festivales.
La cuarta jornada del Eivissa Jazz traerá más música al baluarte renacentista. El trío de Jacky Terrasson –leyenda del jazz europeo y pianista de cabecera de, entre otros, Charles Aznavour– comparte cartel con el gran clásico del festival: la Eivissa Jazz Experience. Ayer (por el jueves), realizaron el primer ensayo de su efímero repertorio comandados, como siempre, por Abe Rábade. Las entradas del viernes están a la venta enwww.eivissajazz.com y también podrán comprarse en el acceso del Baluard de Santa Llúcia.