La llegada del frío es sinónimo de cítricos, vitamina C y, por supuesto, mandarinas. En el Mercat Nou de Vila, los comerciantes comienzan poco a poco a integrar este producto en sus estantes y el mercado va tomando paulatinamente un tinte anaranjado.
Gran aliada contra los resfriados, la mandarina es un producto que no puede faltar en las casas de los ibicencos. En la isla existen varios cultivos de mandarinas, además de naranjas y pomelos, aunque las primeras en llegar son las de la península. «Es producto nacional, son las primeras en llegar. Poco a poco tendremos mandarinas de aquí», expresa un comerciante mientras exhibe con orgullo su producto.
A cuatro euros con cincuenta el kilo, las mandarinas presentaban un tono verdoso en su cáscara. Sin embargo, al abrirlas, pudimos comprobar que, efectivamente, este comerciante no defraudó a la hora de alabar su dulzor. El perfume cítrico envolvió rápidamente el puesto de frutas y verduras, y los compradores se giraron para admirar el género.
A diferencia de las naranjas, que son más grandes y aportan más vitamina C, las mandarinas son más menudas, más dulces y, por lo general, más apetitosas. La mandarina es originaria de las zonas tropicales de China, desde donde se expandió rápidamente durante el auge de la ruta de la seda. Hoy, los campos ibicencos están sembrados de esta deliciosa fruta, cuyo sabor inigualable se puede disfrutar desde finales de septiembre hasta marzo, cuando cambia el tiempo, y también las frutas y verduras de temporada.