Los hermanos Blanco llevaban más de 15 años trabajando en la calle Ramon Muntaner de Ibiza. José Antonio era camarero en el desaparecido Bar Costa Blanca y Antonio cocinero en el hotel Los Molinos. María del Mar Villarejo, esposa de José Antonio, trabajaba mientras tanto en Los Valencianos. A pocos metros del Costa Blanca, justo enfrente del hotel, había un local «que estuvo siempre vacío», recuerda María del Mar.
«Entre los tres decidimos comprarlo y montar nuestro propio negocio desde cero… bueno, con la experiencia de tantos años en hostelería», explica ella sobre la aventura que emprendieron en familia. «Dejamos nuestros trabajos y comenzamos desde cero. El local no tenía absolutamente nada, ni salida de humos». Desde el principio, José Antonio tuvo clara una premisa: que fuera un lugar abierto a todo el mundo, cosmopolita. De ahí nació su nombre: Cosmopolit.
Vocación por la hostelería
La visión de José Antonio se hizo realidad. El perfil de la clientela encaja perfectamente con el cosmopolitismo al que aspiraba el desaparecido hostelero. «Tenemos clientela de todo tipo: vecinos, gente de Ibiza, sobre todo en invierno, trabajadores de los hoteles y negocios de alrededor, turistas, personal de compañías como Air Nostrum, con quienes tenemos un convenio…», enumera Samuel, hijo de José Antonio y María del Mar.
Samuel trabaja cada día codo con codo con su madre y su tío, heredando la vocación familiar por la hostelería. Juan, también de la familia, ha estado en el negocio desde el principio, «salvo un paréntesis de diez años que estuve viviendo y trabajando en Vitoria», precisa. La plantilla se completa con Alfonso, ayudante de cocina de Antonio.
Receta del éxito
La cocina de Antonio es uno de los ingredientes fundamentales del éxito del Cosmopolit, junto a «precios nada abusivos y un buen trato al cliente: la premisa es que todo el mundo quiera volver», resume Samuel. De su cocina sale lo que él define como «la esencia» del restaurante: la paella. Un plato que, junto con el pulpo a la gallega, es una de las estrellas del local. «Por eso los hacemos todos los días a todas horas», señala María del Mar, antes de matizar: «Todos los días menos los viernes: que son sagrados». La oferta también incluye desayunos, con tostadas con jamón ibérico muy demandadas, y un menú diario de dos platos de temporada y postre por 16 euros.
Clientela fiel
María del Mar señala la barra para mostrar otro ingrediente clave: el trato cercano. «Ella no es una clienta, es Gabi». Gabriela trabaja en un hotel de la misma calle y asegura: «Vengo todos los días que tengo libre para charlar con María del Mar, contarnos nuestras penas, arreglar el mundo y echarnos unas risas».
Nico, otro cliente habitual, coincide en que el restaurante tiene un ambiente familiar: «Estar aquí es estar como en casa». Y añade sobre Antonio: «Incluso se come mejor que en casa. Hacen tantas cosas buenas que no sabría elegir una… bueno, sí: ¡la paella!».
Un lugar al que volver
Samuel pone el foco en «que la gente quiera volver», tal como su padre soñó con crear «un lugar para todo el mundo». La mesa que forman Sofía, Livia, Paula y Cristina es la prueba viviente de que lo han logrado. La malagueña, la madrileña, la salmantina de Béjar y la barcelonesa se conocieron trabajando como azafatas y desde hace seis años organizan juntas un viaje de amigas. «Siempre venimos al Cosmopolit cada día», cuentan.
«Cada año, cuando planeamos el viaje, buscamos un alojamiento que esté cerca del Cosmopolit», dice Sofía. «Venimos a desayunar, a tomar la primera cerveza, a comer paella algún día, y por la tarde o por la noche también solemos venir a tomar algo», añade Paula. Livia destaca «la simpatía y familiaridad de los camareros», con quienes conversan como si fueran viejos amigos. «La gente va al [UNVRS] porque no sabe que existe el Cosmopolit», bromea Cristina.
Desde hace años, esto es una parte esencial de nuestras estancias en junio y septiembre. Muy recomendable... Saludos cordiales desde Austria al equipo.