Durante los años 80, la ciudad de Ibiza vivió un fuerte crecimiento urbano. Donde antes había campos de cultivo comenzaron a levantarse edificios que formaron nuevos barrios, como el Eixample. Y, como en toda comunidad, no tardó en aparecer un bar: el Abarca, llamado así por la calle dedicada al obispo Felipe González Abarca donde se ubica el establecimiento.
«El primero que llevó el bar fue Bernardo», recuerda Juan, uno de los vecinos más veteranos, que asegura frecuentarlo «desde el primer día, hace ya 42 años». En aquella época, muchas empresas ofrecían vivienda en la zona a sus trabajadores desplazados, y el bar abrió para dar servicio a toda esa nueva comunidad.
La etapa de ‘El Perri’
Años más tarde, el local fue comprado por Rafael Moreno, conocido como El Perri, quien también regentó la cercana Granja Nevada. «Fue un referente en la divulgación de la cultura andaluza en Ibiza», señala Óscar Altieri, actual responsable del Abarca. Aunque lo dirigió poco tiempo, lo alquiló durante años manteniendo su huella.
Óscar admite que en esa época apenas acudía al bar: «Yo trabajaba a unos metros, en el antiguo J. Gallego, donde ‘El Perri’ era cliente habitual. Siempre me decía que quería que yo llevara su bar». Antes de cederle el negocio, Moreno lo reformó, convencido de que Óscar mantendría el carácter andaluz con tapas y desayunos, como a él le gustaba. Y no se equivocó: desde hace 12 años, Óscar sostiene esa esencia junto a Valeria, con quien trabaja codo con codo desde hace siete años.
Un bar con memoria
El Abarca es discreto por fuera, pero ofrece una amplia terraza y un interior acogedor con la decoración heredada de El Perri. Sus paredes guardan guiños a los 80 con pósters de películas de la época Los Goonies, La princesa prometida, Regreso al futuro o El Imperio contraataca.
«Nuestra clientela es más femenina», asegura Óscar. Por las mañanas, la terraza se llena de jubiladas y madres que desayunan tras dejar a los niños en el colegio; a mediodía, predominan trabajadores que disfrutan del menú casero.
Cocina de siempre
En la cocina, el menú diario siempre incluye un plato de cuchara a la semana, como potaje de lentejas, garbanzos o judías, aunque en verano reina el gazpacho. Entre sus platos más populares destacan los riñones al Jerez y el costillar al horno, pero Óscar habla con especial orgullo de sus hamburguesas caseras.
«Preparamos nosotros mismos la carne y la salsa especial», explica. El viernes, única tarde que abre el Abarca, es cuando muchos vecinos acuden expresamente a probarlas. «Antes las servíamos en bocadillo o en plato, hasta que nos pidieron hacerlas con pan brioche. Fue un éxito total».
Manoli, Loli, Tere, Luisa, Asunción y María son habituales del desayuno. «Yo soy fija discontinua», bromea Loli, mientras Tere confiesa que aprovechan para retrasar la comida: «Aquí pasamos un buen rato; mientras estamos en el bar, no cocinamos». Luisa replica que ella deja la comida hecha antes de salir, «así vengo más tranquila».
«Aquí hablamos de todo», añade María, «aunque no arreglamos el mundo; como mucho, nos arreglamos nosotras». Y Asunción concluye con una sonrisa: «El café es riquísimo, Óscar nos pone un ventilador si hace falta y Valeria siempre nos atiende con simpatía».
Cristian y Elismer, también vecinos del Eixample, destacan esos pequeños gestos que fidelizan: «El zumo de naranja nunca es agrio», asegura él; «y las tostadas siempre llegan en su punto», completa ella. Ambos disfrutan de la terraza en compañía de Kala y Kira, sus inseparables perras.
Espíritu vecinal
El Abarca sigue siendo, más de cuatro décadas después, lo que fue en sus orígenes: un bar de barrio con alma. Un espacio donde se mezclan generaciones, donde la cocina casera se convierte en excusa para compartir y donde cada detalle recuerda que la esencia de un lugar no se mide por su tamaño, sino por la vida que genera a su alrededor.
Trobar un bar amb ambient eivissenc cada vegada es fa més difícil. Quina pena!.