Vicente Shephard llegó a Ibiza desde República Dominicana en 2007. Durante años trabajó «en un pub de ingleses» en Platja d’en Bossa, hasta que conoció a Lidia, vecina de Es Canar, que más tarde se convirtió en su esposa.
«Ella ha sido de Es Canar toda la vida y tratamos de buscar un trabajo que estuviera cerca», recuerda. La oportunidad surgió en familia: su suegro, Francisco Gata, le ofreció un puesto en La Perla, el bar-restaurante que gestionaba junto a Cristino Marín desde el año 2000.
Cristino y Francisco mantuvieron el local hasta su jubilación en 2012, año en que Shephard y su socio, Alberto Gonzalo, tomaron el relevo y se pusieron al frente del negocio que, desde hacía décadas, formaba parte de la vida de Es Canar.
Gata había llegado a Ibiza desde Pozo Alcón, en Jaén, a principios de los años setenta para trabajar en el hotel Panorama. Según contaba, ya entonces acudía con sus compañeros a La Perla después de trabajar: «Se podía venir a cualquier hora, siempre te daban de comer», rememora Vicente argumentando la idea de que el establecimiento «podría estar abierto desde los años sesenta».
El recuerdo de Toni Marí, fundador del negocio y recientemente fallecido, sigue muy presente. Shephard destaca el esfuerzo de su generación en los años del auge turístico: «Cada mañana se levantaba pronto para ir a pescar y así tener pescado fresco en el restaurante». Junto a su esposa, Ana, y sus hijas, Ana y Mónica, Marí consolidó un negocio familiar que con el tiempo se amplió con el hostal anexo, todavía bajo gestión de la familia.
Tras el relevo, Shephard y Gonzalo han optado por cambios mínimos. «Cambiamos un poco la decoración, pero conservamos elementos como las mesas y las sillas que hizo el mismo Toni Marí», subraya Vicente. La continuidad también se refleja en la cocina, abierta casi a cualquier hora. Allí trabajan Elena, cocinera desde 2009, y Ani, incorporada en los últimos años. Juntas mantienen la calidad de los fogones de La Perla, con la paella como plato estrella.
El restaurante ofrece el popular arroz en todas sus variedades —marisco, mixta, vegetariana o de señorito— que este año se ha incorporado en forma de menú diario, acompañado de gazpacho casero o ensalada, por 23 euros. «Hasta ahora, las paellas se hacían solo los miércoles, coincidiendo con el mercadillo», precisa Shephard.
Las tapas completan la oferta, tal y como ya ocurría en tiempos de su suegro y de Toni. Hoy el restaurante mantiene además un plato del día, a elegir entre siete opciones —carrillera al vino, calamares a la romana, boquerones fritos— por 13 euros. «El turismo siempre ha venido, claro, pero principalmente nuestra clientela es gente de aquí de toda la vida», afirma Vicente.
La fidelidad se extiende también a visitantes que repiten cada año, como David y María, un matrimonio inglés que conserva amistad con Gata desde la época de Toni Marí.
El espíritu de continuidad se percibe en el vínculo con los residentes. Serafín y Belén, vecinos de Es Canar desde hace más de 30 años, describen La Perla como «uno de los mejores lugares de la isla, somos como familia. Antes veníamos con nuestros hijos y ahora venimos con nuestro nieto, Daniel». Para Vicente, esa relación cercana resume la filosofía del local: «Cuando entran, ya sabemos qué es lo que van a tomar».
En la sala, la atención corre a cargo de Antonio y Rafael, camareros que refuerzan la identidad de un negocio basado en la proximidad con el cliente. «Son parte de la cara visible de La Perla», apunta Vicente.
Más de medio siglo después de su apertura, La Perla sigue siendo un punto de encuentro en Es Canar, con la misma mezcla de tradición, hospitalidad y cocina sencilla que le dio origen. Una historia que empezó con Toni Marí y su familia, continuó con Cristino y Francisco y que hoy escriben Vicente y Alberto sin perder el rumbo marcado.