Cuando Vicent Serra compareció ante los medios para explicar que dejaba la presidencia del partido en Eivissa, acababa de cerrar dos reuniones que, como mínimo, resultaron extrañas. En la primera, la de la junta directiva insular, Serra anunció que se iba y dio sus razones. Una de ellas, tal vez la de más peso, apuntaba al voto de castigo que los electores habían infringido a la lista del Consell que él mismo encabezaba respecto a las candidaturas a los ayuntamientos, especialmente en Eivissa y Santa Eulària. En esas plazas, la diferencia entre los apoyos que recibieron Virginia Marí y Vicente Marí respectivamente superó los 600 votos a favor de éstos.
Aunque Serra no fue explícito a la hora de analizar esa disonancia, sus comentarios destilaban amargura y cayeron como un jarro de agua fría y algunos de los presentes entendieron que el presidente estaba insinuando que en estos municipios sólo se había hecho campaña por el ayuntamiento. De hecho, la propia Virginia Marí llegó a dar explicaciones. En ese sentido, alguien recordó que parte de los activos que integraban la lista del 2011 estaban fuera del partido por decisión de Serra (tras el escándalo de los whatsapps) y que, seguramente, eso le había restado votos.
En la segunda reunión -la del comité ejecutivo-, a la que se incorporó Vicent Marí, volvió a salir el tema de la disparidad de votos. En ese punto se sumaron más argumentos en contra de una posible ‘conspiración' contra Serra. La línia expositiva de los que hablaron apuntaba a que Marí es un alcalde muy querido en Santa Eulària y que parte del electorado que vota a PSOE en clave insular o autonómica le vota a él para el Consistorio. Además, se da la circunstancia que en la Villa del Río hay mucho extranjero residente, que sólo puede votar a las municipales.
Pese a que la inmensa mayoría de los asistentes a ambos encuentros, no se esperaban ni la renuncia de Serra ni sus análisis sobre los resultados, según testigos presentes, las buenas formas y la serenidad fueron la nota común de la tarde.