Marina Rossell (Castellet y Gornal (Barcelona), 17 de enero de 1954) es una de las voces en lengua catalana y castellana más dulces. Desde que en 1976 presentó su disco de debut, Si volieu escoltar, acumula una larga trayectoria de éxitos y homenajes a su admirado Georges Moustaki. En el concierto de este sábado, a partir de las 20.30 horas en la Sala de cultura de Sant Francesc, cantará melodías que son casi himnos, como la canción Bella Ciao que popularizaron los partisanos italianos durante la Segunda Guerra Mundial, o la mítica Lili Marleen, que unió a los bandos de los alemanes y los aliados en este mismo conflicto.
—Marina Rossell, usted siempre se ha declarado como una enamorada de Formentera, pero hacía tiempo que no venía...
—Sí, unos ocho años, las últimas veces estuve como invitada en algunas cantadas pagesas y fue impresionante.
—¿Por qué le impresionaron tanto?
—Siempre me ha fascinado esa forma de cantar de este pueblo, con tanto sentimiento y tanta raíz. Son melodías telúricas que transmiten toda la magia de un entorno paradisíaco y la tradición rural.
—Después de una larga trayectoria, en su último disco se ha centrado usted en Canciones de la Resistencia. ¿Qué ha cambiado en su vida?
—Muchos viajes. Vengo de cantar en Paraguay, Francia, México... de lugares realmente insólitos. Viajar siempre es un bagaje y siempre aprendes cosas y eso, cuando cantas, también sale. Ahora, he querido hacer estas canciones de la resistencia de periodos entre guerras.
—¿Por qué son tan especiales estas canciones?
—Porque son canciones que nacen de la ira contra el nazismo, un periodo que conviene no olvidar. Son canciones universales, pensadas para crear esperanza y abrir horizontes.
—¿Cómo es el espectáculo que va a ofrecer este sábado en Formentera?
—Es como las canciones que vamos a cantar. Voy con un músico estupendo, Xavi Lloses al piano y entre los dos vamos haciendo muchos clímax y efectos que explican el recorrido de estas canciones de resistencia y de amor. Son canciones que iluminan, y nosotros les hacemos una casita de madera con el piano, la voz y la guitarra.
—Ha hablado de sus viajes a lugares insólitos, dónde ha conocido otras culturas. ¿Qué pasa cuando vuelve a su casa en Cataluña y se encuentra con el panorama revuelto que hay actualmente?. ¿Cómo ve la situación actual de su tierra?
—Hay que recuperar la palabra, pero no me gusta la palabra diálogo porque siento que está muy cansada. Hay que recobrar la palabra y volver a crear puentes. Los puentes permiten pasar de un extremo a otro y por el camino vamos hablando.
—¿Podremos perdonarnos con la que está cayendo?
—Sin duda. Hay que perdonarse aunque parece que cuesta mucho. Y para eso, tiene que haber muchos mediadores. Quizá deba haberlos para volver a comenzar de nuevo. Ha habido desavenencias y hay gente en la cárcel y eso es bastante grave. Pero todo esto solo puede arreglarse con la palabra.