Reinald Wünsche nació en la ciudad alemana de Berlín en 1943 y trabajó como fotoperiodista para periódicos de aquel país. Uno de esos trabajos le llevó a Formentera a principios de los 70 del pasado siglo y el lugar le cautivó de tal modo que ya nunca volvió a Alemania.
La habilidad con su inseparable cámara Nikon, le hizo testigo de todos los acontecimientos de la última parte de la historia del siglo XX en la isla. Fueron tiempos convulsos y agradables: el fin de la dictadura, la transición, una incipiente democracia, y la llegada del turismo a una isla mediterránea que funcionaba a otro ritmo, dejándose llevar por los nuevos tiempos, que él inmortalizó en blanco y negro. También dejo testimonio de una forma de vivir que se ha extinguido.
También encontró el amor verdadero, uniendo su corazón al de la artista, Teresa Matilla. Fruto de aquella unión nació su hija Alma quien el 7 de julio cedió el fondo fotográfico de casi 40 años de historia al Consell de Formentera para ser digitalizado a disposición de quien lo pueda necesitar.
«Riesgo que se perdiera»
Su obra está compuesta por 34.000 negativos y 271 dispositivas que recogen hechos relevantes de la historia reciente de la isla y detalles de su día a día. La propia Alma aseguró a Periódico de Ibiza y Formentera que la idea de la donación surgió de su madre, Teresa, en 2008. «Cuando murió mi padre ella empezó a digitalizar su obra, debido a su enorme valor histórico, pero rápidamente se dio cuenta que por el volumen nos era imposible hacerlo y que si no se tomaban medidas acabarían perdiéndose, y ahora, afortunadamente, ya están a disposición de quien lo necesite para investigación y divulgación cultural».
Alma también explicó que su padre Reinald nunca dejó de trabajar en analógico. «Siempre renegó de las cámaras digitales e incluso del color ya que durante toda su vida hizo fotos en blanco y negro que luego revelaba en su casa». De hecho, su hija confesó que «ahora se volvería loco con los móviles e Instagram porque era de la vieja escuela y porque creía que el blanco y negro era la fotografía real y la mejor manera de inmortalizar un momento para siempre».
Una pasión que transmitió a su hija Alma. «De él heredé el amor por la fotografía y aunque no soy profesional me encanta inmortalizar momentos porque creo que de algún modo su curiosidad y su mirada a través del objetivo, siguen viviendo en mí».