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«El pescador de caña pierde más de lo que gana»

Bonet es responsable de la armería que lleva su nombre desde hace casi 40 años

Jaume en su armería de la calle Pere Francés. | Toni Planells

| Ibiza |

Jaume Bonet (Jesús, Ibiza, 1957) es el responsable de Deportes Bonet. Un establecimiento que ya se ha ganado el título de clásico en la ciudad de Vila tras cerca de cuatro décadas al servicio de sus clientes en la calle Pere Francés, la armería Bonet y Deportes Km0.

— Si me permite, comenzaremos hablando de su apellido, Bonet, y del debate entre si debe terminar en ‘d’ o en ‘t’ .
— La verdad es que mi padre, Jaume de Can Negre, lo tenía terminado en ‘d’, pero a mí me lo pusieron con ‘t’, y así se quedó. Pero bueno, según tengo entendido, significa lo mismo.

— ¿De dónde es usted?
— Yo nací en Jesús. Pero de bien pequeño, apenas tendría unos días, nos fuimos al barrio de Can Negre. Allí es donde me crié.

— ¿A qué se dedicaban en su casa?
— Eran comerciantes. Teníamos tienda, bar y hasta llegamos a tener una carnicería. Todo en el mismo barrio de Can Negre.

— ¿Me hablaría de sus padres?
— Bueno, mi madre es Inés de Cas Corp y eran ocho hermanos. Sus padres eran los mayorales en la finca de Cas Corp, que estaba detrás del Hipercentro. La familia de mi padre eran 15 hermanos. Se nota que en aquellos años no había televisión (ríe). En esos años Franco daba reconocimientos a las familias numerosas y a mi abuelo, Rafel, también le dieron uno. La verdad es que se casó dos veces y esos 15 hijos eran de dos madres distintas.

— El barrio de Can Negre, ¿ha cambiado mucho desde entonces?
— Ya lo creo. La carretera de Sant Antoni se lo cargó del todo. Antes conocía a todo el mundo allí, pero ahora no conozco a ningún vecino de la zona. Los locales están todos alquilados. Lo único que queda de lo de antes es el bar, del que me estuve ocupando durante unos años yo mismo.

— ¿Qué recuerdos guarda del joven Jaume en Can Negre?
— Trabajaba en locales como el Playboy, y también había sido músico. Tocaba la batería en un conjunto, Banana, con los que iba a tocar por los hoteles.

— ¿Qué tipo de música tocaban?
— La típica pachanga que se tocaba en los hoteles: ‘Viva España’, ‘Oye cómo va’ y cosas de estas. Todo versiones, nada de temas propios. Tocábamos cada día en hoteles como el Piscis Park o Es Plà.

— ¿De dónde le vino su afición por la batería?
— Era el instrumento que más me gustaba. Uno del grupo, Damià (que ya nos dejó), que era el que más sabía, fue el que nos enseñó un poco a los demás a llevar los ritmos y esas cosas. Él tocaba la guitarra y cantaba. Pepe tocaba el bajo y Pepis se encargaba del teclado.

— ¿Había más bandas en esa época?
— Sí, lo que no me voy a acordar de muchos de ellos. Estaban los Bohemios, por ejemplo, que tocaban mucho en el Barbacoa de Santa Gertrudis. También estaban los Dianas, pero ellos eran un poco mayores que nosotros.

— ¿Estuvieron mucho tiempo activos los Bananas?
— Yo estuve dos años con ellos. Pero es que, a la vez, llevaba el bar de Can Negre. Piensa que, entre que terminábamos de tocar, recogíamos y nos íbamos a tomar algo, más de una vez abría el bar sin haber dormido.

— ¿Desde cuándo trabaja?
— Desde los 15 o 16 estuve trabajando de camarero en distintos lugares hasta los 18, antes de coger el bar. Que es de mi padre, pero lo llevaba Toni Tanques. Estuve con él un tiempo hasta que me fui a hacer la mili. Al volver yo de la mili, Toni Tanques lo dejó y me quedé yo. Era entonces cuando combinaba el bar y el conjunto de música. En el 83 abrimos la tienda en Vila, la Armería Bonet, y hasta que tuve claro que la cosa funcionaba, también estuve combinando los dos trabajos.

— ¿Qué le llevó a abrir la armería?
— Por un lado, mi afición a la pesca, pero por otro, poder salir del bar. Que es un oficio muy esclavo. Te tiene que gustar mucho y a mí esto de estar barriendo por la noche y tener al típico ‘de guardia’ pidiéndote otra copa más no me va. Lo dejé en buenas manos, en las de Toni Palau, que lo cogí de camarero cuando tenía que subirse a una caja para poder llegar a la cafetera. Allí sigue.

— En el 83, ¿había más armerías?
— Sí. Estaba la armería Sánchez, Can Prieto, Murenu, Balanzat... eran tiempos en los que se cazaba y pescaba mucho más.

— ¿Es aficionado a la caza y la pesca?
— Sí. No más que aficionado, pero tengo el permiso de armas desde los 15 años. Cazaba con mi padre algún tordo, conejos y chorlitos. Poca cosa. En cuanto a la pesca, lo que más me gusta es la pesca de bromeo. Preparamos un mejunje con sardina, pan rallado, queso y demás. Se echa al agua (cuando el mar está picado) y pescamos con la caña. Una caña sin anillas. El cebo lo hacemos nosotros mismos criando gambas.

— ¿Ha cambiado mucho la pesca en los últimos años?
— Sí. Se han perdido esos grupos de mayores que pescaban con armada. Lo que pasa es que se perdían muchas. Ya lo dice el dicho: ‘el pescador de canya perd més que no guanya’. Esta gente ya no está y ahora se pesca más con spinning y otras técnicas. Eso sí, el día 31 de agosto es una auténtica locura. Se hacen colas que llegan hasta la calle. Es por la locura de la pesca del raor, que comienza el día uno de septiembre.

— ¿Goza de salud este negocio?
— Llevamos 39 años y seguimos aguantando. Pero no puedo negar que las grandes superficies nos han afectado. Lo que pasa es que después vienen los clientes de estas superficies y vienen aquí a que les expliquemos como se monta o como se usa.

— ¿Qué tipo de clientela tiene?
— Pues tengo cuatro tipos de clientes. Los buenos, los muy buenos, los ‘porculeros’ y, los peores de todos, los ‘chorizos’. No te imaginas la cantidad de robos que hemos tenido.

— ¿Tiene futuro este negocio?
— Aunque no nos quejamos, vamos haciendo. No te niego que nos estemos planteando liquidar el año que viene. Uno de mis hijos, Jaume, lleva el Km0, que también es nuestro. Pero no le gusta ni la pesca ni la caza. Los otros, David y Marc son médicos y Marina enfermera. Su madre es María, que la saqué de Sant mateu hace 43 años (ríe).

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