Joan Palau, Basuró (‘Dalt Vila', 1937) ha dedicado su vida a la ferretería en la que trabajó siempre. Sin embargo, si ha habido algún elemento que Basuró ha cultivado durante toda su vida ha sido la música. Afición a la que se unió con 16 años en la banda municipal de Vitorino Planells y que dejó hace escasos meses tras haber vivido la llegada del turismo desde los escenarios de los hoteles en los que tocaba con sus bandas.
— ¿Dónde nació usted?
— Nací en Santa Gertrudis, aunque podría decirse que nací en Dalt Vila, que es donde vivió siempre mi familia, desde que el cura Curtois nos consiguió un piso allí. Se portó muy bien con nuestra familia y le acabaron haciendo padrino de mi hermano pequeño, Toni. Yo soy el tercero de los cinco hijos y una hija que tuvieron mis padres, Catalina de Can Rojal y Vicent Basuró.
— ¿A qué se dedicaban sus padres?
— Mi madre trabajaba en casa. Mi padre trabajaba para Can Xiquet Pep, cargando sacos de harina en el puerto para descargarlos en las panaderías.
— ¿Recuerda los tiempos difíciles de la postguerra?
— Un poco sí. La verdad, es que nosotros no llegamos a pasar hambre. Teníamos la suerte de tener a nuestros familiares de Can Rojal, que tenían una finca en Sant Miquel y nos traían comida habitualmente. La verdad es que no pasamos nunca hambre en casa.
— ¿Fue al colegio?
— Sí. Al principio iba con el señor Ruiz, en una escuela que había en Dalt Vila, pero después fui a Sa Graduada hasta los 14 años. Poco después empecé a trabajar en la ferretería Palau, con Paco ‘lleig', que estaba en la calle de las farmacias, en frente de la de Villangómez. En aquellos años apenas había cuatro ferreterías en toda la isla y todas estaban en Vila, de manera que cualquiera de Sant Antoni, Santa Eulària o donde fuera, tenía que venir a Vila para comprar un tornillo. Cuando murió Paco, el dueño, me la acabé quedando yo hasta que me retiré con más de 70 años.
— ¿Cultivó alguna afición?
— Sí. La música. Desde que tenía 16 años, cuando vino Vitorino Planells a hablar con mi padre para que nos apuntara a su banda. Nos apuntamos mi hermano Miquel y yo, que aprendí a tocar el saxofón. Tocábamos en todas las procesiones, que había cada dos por tres. Si no era la del Corpus eran las de Semana Santa. Aparte, todos los domingos a las 12 tocábamos en s'Alamera mientras la gente paseaba y venía a escucharnos. Los días que hacía demasiado viento, nos íbamos a tocar bajo el cine Serra o al rincón de la plaza. También tocábamos en los acontecimientos importantes, como cuando vino Franco. Hiceron la misa allí mismo, en s'Alamera, y después, le acompañamos hasta Dalt Vila cuando subió al Ayuntamiento. Recuerdo que el edificio del Crédit Balear todavía estaba en obras y, para que no se viera toda la porquería, lo taparon con una gran bandera de España.
— ¿Estuvo mucho tiempo implicado en la banda?
— Hasta hace unos cuatro o cinco meses. Ya estoy muy cansado y no puedo estar yendo y viniendo continuamente a los ensayos. Me han llegado a dar varios premios y menciones por todos los años que he estado allí. He estado más de 70.
— ¿Llevó su afición por la música más allá de la orquesta de Vitorino?
— Sí, claro. Tenía mi propia banda con mis tres hermanos, los ‘Four Brothers'. Allí yo tocaba más la guitarra que el saxo, mi hermano Miquel se encargaba de los teclados, Toni tocaba el bajo y Pep, se encargaba de la batería y la voz. Tocamos en el hotel Arenal, principalmente, durante cinco temporadas. Antes había tenido otras orquestas, con mi hermano Miquel y otra gente, con las que tocábamos en el Mar Blau, La Cala o Ses Parres, por ejemplo. Tocar, tocaba por gusto, pero también es verdad que se ganaba más tocando un día, que trabajando en la ferretería durante toda la semana.
— Como músico en los hoteles y salas de fiesta, vería de primera mano la llegada de los primeros turistas
— Así es. Era muy distinto a lo que es ahora. Entonces, la gente venía de manera suelta, de manera individual, a descansar y a disfrutar con tranquilidad. Con el tiempo empezaron a venir los grupos y la cosa cambió mucho.
— Imagino que también irían ‘de palanca'.
— ¡Ay amigo!. Eso también, claro. Había muchos sitios a los que íbamos ‘de palanca', sobre todo en Sant Antoni. Allí estaba el Isla Blanca, Ses Guitarres o el Play Boy. En este último nos tenían contratados y todo. Resulta que, para poder poner discos, tenían que tener contratados a cuatro músicos y nos contrataron a nosotros. Pero sin tocar ni nada, solo para poder poner música con los discos. ¡Cobrábamos y todo!.
— ¿Sigue tocando por su cuenta?
— Si me pusiera a tocar el saxo en casa por mi cuenta, seguro que los vecinos me dirían algo. Sí que toco un poco la guitarra, pero poca cosa. Ahora me dedico a sacar a mi perrito a pasear y poca cosa más, que a mi edad, poca cosa más puedo hacer.