Toni Molio (Santa Gertrudis, 1937), creció en el barrio de sa Riba en el ambiente de pescadores y marineros que caracterizaba esta zona del puerto de Vila. De esta manera, Toni Molio ha vinculado toda su vida laboral al mar, desde sus inicios ayudando con las redes a su abuelo en una barca de remos, hasta su jubilación a los mandos de una de las ‘golondrinas' dedicadas al turismo.
— ¿Dónde nació usted?
— Nací en Santa Gertrudis por culpa de la maldita guerra. Mi familia se refugió allí de todo el ajetreo que había en Vila. Sin embargo, me bautizaron en Vila y crecí en la calle de la Mare de Deu. Yo soy el tercero de los cuatro hermanos.
— ¿A qué se dedicaban sus padres?
— Mi padre había sido navegante durante su juventud y, después, se dedicó a la pesca. Sin embargo, murió muy joven, cuando yo tenía 12 años. En aquellos años la vida era muy costosa y mi madre tenía que trabajar en dos cosas a la vez para sacarnos adelante: vendiendo cuatro verduras y cuatro cosas importadas en un puesto de la plaza y haciendo ‘bova' (una especie de cañizo que crecía en las acequias con el que se hacían cordajes) para encordar los cuadros de las sillas.
— Usted creció en Vila durante los años 40, conocidos como ‘es anys de sa fam'. ¿Cómo recuerda esos tiempos?
— Si esos años tienen ese nombre, es por alguna cosa. La verdad es que sí, se pasó hambre en aquella época. Estaba todo racionado, había que ir con la cartilla de racionamiento a buscar las cosas a las cuatro tiendas que había en Vila. Todavía recuerdo la cola de gente que había en ‘sa caseta vermella' para coger algarrobas. Comíamos algarrobas y estaban muy buenas. Se hacía una especie de chocolate con ellas o se hacían al horno y estaban riquísimas. También recuerdo el ‘Pedro', el pailebote que hacía la línea con Barcelona y traía harina, aceite y todo tipo de materiales. Una vez se le cayó una lingada (una carga) y se rompió un barril de aceite. Se derramó todo por el suelo del puerto y los niños fuimos enseguida con esponjas y trapos para recogerlo y llevarlo a casa. Cuando le dije a mi madre cómo lo había conseguido, no lo quiso.
— ¿Ayudaba de alguna manera a la economía familiar?
— Yo siempre ayudaba a mi madre con la ‘bova' mientras mis hermanos trabajaban en otros lugares, como mi hermano Ramón que trabajaba con mi tío Pedro haciendo suelas de zapatos. Además de encordar las sillas en casa con mi madre, cuando salía del colegio, de Sa Graduada, me iba al puerto para ayudar a mi abuelo, Ramón, que era pescador. Me esperaba con su chalana y sus redes para ir, como muy lejos, hasta la playa de ses Figueretes, a remo. También iba con otros pescadores a echarles una mano cuando podía. Al menos se comía a bordo y te llevabas una caja de pescado a casa. Esos años comías lentejas y pescado un día y pescado y lentejas el otro. Estuve así hasta que cumplí los 14 años y me pude sacar la libreta para poder embarcarme en un barco grande.
— ¿Se puso a trabajar en algún barco pesquero?
— Así es. Estuve embarcado en el ‘Francis' una ‘barca de bou' de Carlos March a la que todos llamábamos ‘es caero', con mi primo ‘Rompa'.
— ¿Trabajó mucho tiempo en ‘es caero'?
— Unos cinco años. Hasta que me fui a hacer la mili con 20 años a Cartagena. Terminé el servicio en el 59 y solicité plaza para trabajar en la Naviera Mallorquina, donde me pasé una buena parte de mi vida. Empecé como marinero, pero fui a clases en la Escuela Náutica de Alicante para hacerme patrón mayor y acabé ascendiendo a contramaestre y a segundo oficial. Incluso llegué a hacer de primer oficial en alguna ocasión. Viajábamos por Europa: Francia, Holanda, Inglaterra... y también por puertos africanos, tanto del Mediterráneo como del Atlántico. Lo más al sur que llegábamos era Sidi Ifni. En una ocasión, yendo de Liverpool a Bilbao, nos pilló una borrasca tan grande que estuvimos un día y medio ‘a la capa' (con el motor a ralentí. De toda la tripulación, unas diez personas, los únicos que resistieron sin marearse fuimos el capitán y yo.
— ¿Hasta cuándo estuvo embarcado con Naviera Mallorquina?
— Hasta 1972. Ese año me casé con María Luisa, con quien tuve a mi hijo, Toni. Ahora tenemos dos nietos, Toni (el cuarto Toni Molio) y Marc. Así que decidí ponerme a trabajar en Ibiza con barcos para turistas, haciendo transfers, paellas o excursiones a s'Espalmador con Servicios y Concesiones Marítimas, que después se llamó Trasmapi. Un año, al terminar la temporada en Ibiza, nos fuimos a pasar el invierno a Canarias. Yo mismo llevé el barco hasta allí y nos pasamos seis meses haciendo la campaña. Ese fue el único año que estuve allí. Sin embargo, estuve en Trasmapi hasta que me jubilé en 1999.
— ¿A qué dedica su jubilación?
— Desde que me jubilé he sido el presidente del Club de Jubilados de la Casa del Mar. Ya hace 25 años y, por mucho que me empeño, no encuentro relevo. Este año estaba convencido de marcharme, pero ‘por hache o por be', todavía no me he marchado. Ya he advertido de que, si no sale ningún relevo, acabaré por disolver el club. Pocos presidentes han aguantado tantos años como estoy aguantando yo. Ahora me toca disfrutar de la tranquilidad.
— Mantiene su relación con el mar y la náutica?
— No. Ni siquiera paso por el muelle. En mis tiempos todo el mundo era conocido, pero hoy por hoy, se ha llenado de barcos y de compañías y ya no conozco a nadie.