Encarni Partida (Puebla de Cazalla, Sevilla, 1960) no conserva recuerdos de su primera infancia en la Puebla de Cazalla. Apenas era un bebé cuando su familia se trasladó a la Ibiza de los primeros años 60. La Ibiza que la vio crecer y la Ibiza que Encarni vio evolucionar con la explosión del turismo a medida que evolucionaba su juventud.
—¿Dónde nació usted?
—Nací en la Puebla de Cazalla, aunque no tengo recuerdos del pueblo. Cuando era una niña pequeña toda mi familia se mudó a Ibiza y es aquí dónde crecí y de dónde tengo mis recuerdos de infancia.
—¿A qué se dedicaban sus padres?
—Mi madre, María, se dedicaba a cuidar de sus seis hijos, yo soy la pequeña. Mi padre, José, antes de venir a Ibiza trabajaba en el campo haciendo de temporero en Francia o en Alemania. De hecho, cuando vino a Ibiza fue de camino a Francia. Iba a hacer la temporada allí con mis hermanas, Carmen, Francisca y Pepa, y antes fueron a visitar a mi tía Dolores, que vivía y trabajaba en la isla. Ella les dijo que en Ibiza había mucho trabajo y, en poco tiempo, se trajeron a toda la familia a Ibiza. Al mes de llegar ya estaba trabajando en la construcción y mis hermanas en distintos hoteles como el Ebeso.
—¿Dónde vivían?
—Mis recuerdos son de una casa en la que vivimos mucho tiempo en Es Viver. Justo delante de donde ahora está la farmacia, pero entonces todo era un camino de cabras con apenas unas cuatro casas en los alrededores. Cuando llovía el camino se convertía en un barrizal y el padre de mi amiga y vecina Beatriz nos llevaba a todos en su coche hasta el colegio, Sa Graduada. Otra de las casas era ‘La Caracola', donde vivía una familia que era de Granada y donde pasaba mucho tiempo con mis amigas. Daba igual que fuera invierno o verano, no había día que no nos metiéramos en el agua. Tras nosotros, empezaron a venir muchos peninsulares a vivir a Ibiza. Muchos de ellos venían a casa a por agua, teníamos un pozo, y como mi padre también tenía un huerto, no había nadie que no se llevara una cesta cargada de tomates, cebollas y de todo lo que pudiera tener.
—Habla de Es Viver como un barrio bien avenido.
—Así era. Todos éramos como familia. El único hotel que había entonces era el Hostal Es Viver, que ahora es de Messi. La única tienda que había era la de Malacosta, que empezó vendiendo el género en cuatro cajas de fruta junto al mostrador y poco a poco fue creciendo muchísimo. Todavía recuerdo cuando mi madre me mandaba a comprar alguna cosa y, si no me llegaba el dinero, Toni o Pepita siempre me decían que no había ningún problema, que ya se lo pagaría más adelante. Siempre fueron muy queridos en el barrio. Justo delante de la tienda, era todo campo y era donde mi padre se hinchaba a coger espárragos. No los recogía nadie más que él. Al parecer, los ibicencos no recogían ni los espárragos ni las alcaparras ni la tagarnina. Tampoco había nadie que recogiera caracoles antes de que llegaran los andaluces. Recogíamos hasta almejas en la zona de Ses Feixes, cuando la estaban ampliando hacia donde ahora es el paseo. Mi padre y mis tíos trabajaban allí y, cuando iba a verle, mi abuela iba levantando las almejas de arena con el bastón mientras yo las recogía en un cubo.
—¿Hasta cuándo estudió?
—Hasta los 16 años, no llegué a terminar el bachillerato pero hice administración con las monjas de San Vicente. Comencé a trabajar con Pedro Guasch en el Mare Nostrum antes de dejar el colegio, vendiendo caramelos y helados en la piscina. Un par de años después empecé como ayudante de peluquería y acabé llevando la peluquería del hotel. El año que abrieron el Royal Plaza fui a acompañar a mi tía Rosario para buscar trabajo allí. Me acabaron ofreciendo trabajo como recepcionista y empecé a trabajar el primer día que abrieron. Al final también acabaron contratando a mi tía como costurera, se jubiló allí mismo hace poco tiempo. Yo estuve unos tres años antes de volver al Mare Nostrum en los que también inauguré el Casino durante una temporada.
—¿Hasta cuándo trabajó en el Mare Nostrum?
—Estaría unos 12 años más. Y es que, como trabajaba en verano, en invierno aprovechaba para estudiar, primero para celadora y estuve un tiempo trabajando en el Hospital. Cuando abrieron Can Misses necesitaban auxiliares de enfermería y me saqué también el título, pero no llegué a trabajar como auxiliar de enfermería. Después me saqué una oposición para trabajar como administrativa en el Centro de Salud de Sant Josep, donde me he jubilado hace nada. Ahora me dedico a marear la calle, a quedar unos días con los compañeros de Sant Josep, otros con los del hospital…
—No nos ha hablado de su familia.
—Me casé con Roger hace ya casi 50 años. Era le primera época en la que trabajé en el Mare Nostrum y trabajé con él en el Casino. Durante un invierno nos ofrecieron ir a Tenerife a trabajar y fuimos con Vanessa. Ella se quedó y nosotros volvimos y tuvimos a nuestra hija, Vanessa. Vanesa nos ha salido muy estudiosa y, menos nietos, ha hecho y estudiado de todo (risas).