El atractivo de la naturaleza no reside únicamente en su valor económico. Son pocos los que no han soñado alguna vez con un chalet, una finca o una parcela en la que alejarse de los incordios de la ciudad. La ilusión de un lugar distante de ruidos y molestias urbanas se hizo realidad con la puesta en marcha del turismo rural, programa que oferta en la isla un total de 87 plazas en las modalidades de agroturismo y hotel rural. La diferencia entre ambas se encuentra en las directrices legales que deben cumplir para calificarse de un modo u otro. En el primer caso se precisan 25.000 metros cuadrados como mínimo, (terrenos que pueden estar en régimen de propiedad o no); una casa construida antes de 1960, suelos no urbanizables, y la coexistencia junto al turismo de actividades de agricultura, ganadería o forestal. Para la obtención del título de hotel rural estos parámetros varían en 50.000 metros cuadrados propios como mínimo y una construcción que no supere su edificación al año 1940.
El total de establecimientos que cumplen la normativa de este tipo ubicados en las Pitiüses es de seis, uno como hotel rural y los restantes en el apartado de agroturismo. Un conjunto relativamente pequeño para una clientela, no sólo adinerada, sino que además se escalona en sus estancias a lo largo de todo el año. l Nieves Ibarrondo