Domenico es argentino, tiene unos 30 años y vive en Londres. Se coloca las plataformas, ultima los detalles de su maquillaje corporal, recoloca los cueros que van a cubrir sus piernas infinitas se monta en el Fiat Punto de alquiler.
Son cuatro drag-queens. Animadores hermafroditas de la locura nocturna que a ritmo de «house» iluminan cada día la movida de las discotecas de moda, y en especial la de los lunes. Pasan tres minutos de la medianoche y los bares del puerto comienzan a llenarse de turistas, parejas, exhibicionistas, ticketeros, jovenzuelos con ganas de ligar, bellas señoritas y apuestos caballeros. Todo en menos de cien metros cuadrados.
Un corazón que palpita sólo ante la luna y un toque de magia para recibir la fiesta más importante en Eivissa: la Manumission. Domenico aparca y entra en la mítica discoteca Privilege donde formará parte de uno de los muchos espectáculos pensados para contribuir al éxtasis colectivo de más de 10.000 personas. Es la Manumission, la fiesta del amor brujo, la celebración «techno» más importante de la isla que atrae a turistas de todo el mundo cada lunes.
Domenico acepta desvelar a este redactor algunos detalles que han marcado su viaje hasta el pequeño término de Sant Rafel, donde se ubica Privilege: «Es la fiesta que los jóvenes clubbers -seguidores de las fiestas techno llamadas Raves- ingleses están esperando para el verano. Sólo se celebra en Londres, Nueva York y Eivissa, llevo un año ahorrando para venir aquí», relata.
Son más de las tres de la madrugada del martes y el anfiteatro ya no admite ni un joven más. Pero siguen entrando ininterrumpidamente. Animados por las bebidas energéticas, ataviados con trajes espaciales, vestimentas dispares de la movida intergaláctica, de todas las edades, entran en una dimensión paranoica. Mueven brazos, vientres, piernas y cuellos de forma desenfrenada. Dirigen sus miradas perdidas hacia el espectacular entramado de luces. Focos, más de 50.000 watios de sonido, parejas amándose en los rincones oscuros: es el hippismo de Woodstock pasado por los ritmos electrónicos del futuro.
Ocho de la mañana: hace ya más de dos horas que los rayos de sol han atravesado las cristaleras de Privilege. Han penetrado en los cuerpos de los presentes y se deslizan por espaldas y pechos sudorosos. Quedan aquí más de 5.000 personas y la bacanal continúa dentro y fuera de la discoteca.