A penas tienen dos décadas y llevan tras sus espaldas el haber cambiado parte de la historia española, un rumbo que en las Pitiüses comienza hace dos años, cuando Ana y Bárbara llegaron al cuartel de sa Coma. Al principio eran las primeras mujeres soldado profesionales que traspasaban las puertas del recinto militar. A base de disciplina, compañerismo y coraje, demostraron que eran uno más y se convirtieron, simplemente, en soldados. El tiempo, y la fortaleza de cada una de ellas, hizo que, en pocos meses, Elena, Carmen, Leticia y Eva emularan sus pasos. Hoy son ya seis entre 300 hombres con los que comparten las mismas funciones, en este caso fusileros, transmisiones, abastecimiento, transportes y oficina, incluidas dentro del cuerpo de Infantería.
La principal barrera se les planteó meses antes, durante el periodo de instrucción. Una etapa de aproximadamente once semanas que califican como «la más dura, pero también la más divertida», en la que la lucha por un objetivo común terminó por convertirse en un nexo: «No tienes ni dos segundos, pero en el momento en que piensas en dejarlo, siempre hay alguien que te anima a continuar».
Las metas están trazadas tan alto como apunta Leticia: «Llegar a ser teniente». Atrás han quedado las reticencias familiares que incluso llevaron a Eva a ocultar a sus padres la participación en las pruebas de acceso; el sufrimiento de las primeras marchas de 50 kilómetros o los comentarios despectivos.
La jornada comienza cada día a las siete al toque de corneta. Izada de bandera, gimnasia, instrucción y diversas obligaciones presididas por valores como la disciplina o la obediencia, completan un horario por el que, a final de mes, reciben cerca de 90.000 pesetas, incluyendo alojamiento gratuito en las mismas instalaciones. Las tardes, libres, son un buen momento para reunirse en la cafetería con «nuestra gran familia» como denominan a los sesenta profesionales que comparten ideales con ellas. La convivencia ha tenido su sorpresas: «no sabíamos que los chicos fueran tan pijos», afirma Elena, «incluso nos obligan a ir de compras o a asesorarles para regalos de sus novias» y ellas se han buscado incluso, mejores parejas. De hecho, cuando van de maniobras, no pueden separarse ni un momento del arma, con el que deben, incluso, dormir.