Veintisiete piezas y dos pares de castañuelas. Cerca de tres decenas de arte con forma de imaginación en un camino incansable que busca siempre originalidad y belleza conjuntada. Antoni Tur Torres realiza con esta muestra su segunda incursión en un mundo, el de las salas de exposición, dedicado exclusivamente a los profesionales.
Son el reflejo de, según propia confesión, «más de diecinueve o veinte años dedicado a esculpir», que se encuentran reunidos ahora en la antigua escuela de Arts i Oficis. Un trabajo al que dedica, «el tiempo y las ganas que hagan falta», en función del tamaño de la madera, siempre nativa. Enebro, olivo, algarrobo, almendro o savina, son la base. El resto lo configura el estado de ánimo y una ayuda muy especial: la de Catalina Escandell, su mujer, «que se ha convertido en mi mejor guía, ayudante y crítica», señala Tur.
Comenzó por casualidad, viendo la labor de un vecino norteamericano de Sant Miquel y su primer gran esfuerzo cobró vida en una recopilación el pasado mes de enero en la localidad de Sant Joan. Ahora , las figuras se amontonaban en casa, ya que «no me gusta vender algo que considero como propio. Suelo regalarlo a familiares aunque confieso que también ese gesto me produce algo de pena», afirma. El noveno aniversario de la Federación Pitiusa de Mayores le ha brindado la oportunidad de dar luz a unos elementos en los que se adivina una predilección por el entorno y la naturaleza de las islas. Caracoles, sargantanas o peces son algunos de los rostros que se perciben entre esquemas en los que las personas no tienen protagonismo. Hasta mañana miércoles, la colección estará abierta en horario de nueve a una y de cuatro a ocho de la tarde. Sin duda, la oportunidad de ver a un maestro que no ejerce como profesional.