Un inglés, de 21 años, con serios problemas con alcohol y drogas, probablemente éxtasis, que acabó en observación en Cuidados Intensivos; una embarazada de cinco meses con varios golpes propinados por su pareja; un australiano que atravesó una cristalera del hotel donde se alojaba; o un hombre con quemaduras en el brazo de hace tres días. La lista de casos que llegan una noche al servicio de Urgencias de Can Misses es de lo más variopinta. Urgencias atendió a 52 personas en el turno de 10 de la noche del viernes a las ocho de la mañana del sábado, no demasiadas si se tiene en cuenta que en otros turnos se ha llegado a atender hasta 70 personas. Hasta el día 2 5 llevaban atendidas 29.808 personas este año.
Triage, pasillos y la sala de boxes, con nueve camas, es el circuito de los médicos de urgencia. El paciente es recibido por un médico en la sala de triage, que actúa como filtro y que valora el estado inicial del paciente. Luis García y Mamoun Daghestani realizan el triage a primeras horas de la noche. La actividad es fluida. «Hoy es un día un poco raro, porque a estas horas está a reventar», comenta uno de los celadores a las 11:25 horas, mientras trata de parar a dos ingleses que se han 'colado' en el interior para interesarse por el estado de su amigo, con «cuerpos extraños» en un ojo, presumiblemente arena.
El aspecto cansado del doctor Daghestani no es casual. Acaba de salir de una guardia en es Viver con una enfermera, Aurora. Ambos se han incorporado al turno de noche, pero antes atendieron a 79 personas en menos de cinco horas en el centro de salud. «No hemos parado ni un momento», señala el médico.
Mamoun no cree que la gente abuse de las urgencias, sino que «tienen falta de información, antes que preguntar por el centro de salud van directamente al hospital». Durante el verano, se atiende a un porcentaje elevado de extranjeros: italianos, ingleses, alemanes y hasta australianos. «Haría falta un traductor», opina uno de los médicos.