Acudir una mañana de primeros de noviembre a la sede del Instituto Nacional de Empleo (Inem) en Eivissa es comprobar el colapso de gente que provoca el cambio de la temporada turística por la otoñal. El sector predominante en la isla en la época que se ha cerrado, el hostelero, es el que más ha sufrido, una vez más, el bajón. Así ha quedado reflejado en las últimas cifras de parados.
Las personas afectadas por las exigencias del trabajo temporal se agolpan a la entrada de la institución en una mañana desapacible en lo que al tiempo se refiere. Las marquesinas se aprovechan al milímetro cuando la lluvia hace acto de presencia. La cola de espera dobla la esquina de Isidoro Macabich y se acumula en la calle Balears.
Cualquier remedio es bueno para sofocar la espera. Aparecen los paquetes de tabaco y los cigarrillos se empiezan a consumir de manera desesperada. Los que no fuman optan por otros remedios. Algunos, conocedores de que tendrían que pasar la mañana junto a la sede del INEM, leen un libro para amenizar la espera. Otros, han recurrido a su grupo más cercano de amistades, que les han acompañado para tener conversación. Ésta aparece también fruto de la espontaneidad. El parado que sufre la espera se encuentra casualmente a su vecino, amigo o familiar que pasaba por allí.
Tanto los fumadores como los que no lo son, coinciden sin embargo en aclarar que las autoridades tendrían que remediar esta situación desesperante. Algunos dicen que si ya se sabe que ocurre esto cuando se acaba el boom turístico, que porqué motivo no ponen más personal en la oficina. Una persona lleva en la fila desde las siete y media de la mañana y consigue su objetivo de ser atendido a las once. Tres horas y media para conseguir una cita, para regresar otro día y volver a esperar. Pese a todo, en el ambiente reina el optimismo. La mayoría desea que el tiempo de espera sirva para conseguir un puesto de trabajo hasta que regresen los turistas de verano.