La cultura norteamericana ha exportado una nueva manera de retar a las olas y a las rachas de viento y el invento ha llegado a Eivissa: el kitesurfing. Lo más llamativo de esta disciplina es que en vez de utilizar una vela para maniobrar en el agua, el surfista emplea una cometa o un parapente. David Alvelino reside en Sant Antoni de Portmany y lleva dos años alternando la práctica del windsurfing con la de kitesurfing: «Desde que lo descubrí me he viciado; en el momento en que te metes en este rollo no puedes parar, siempre quieres avanzar en el manejo de la tabla».
Una barra similar a la que emplean los que practican el esquí acuático para ir al ritmo que imprime la lancha motora. Dos hilos la unen a la cometa o al parapente . Los brazos hacen el resto, sirven para orientar la tabla y mantener el equilibrio. La velocidad va en función de la fuerza con la que sople el viento. Estos son los ingredientes de un deporte de riesgo que comienza a calar entre los jóvenes de las Pitiüses.
Para aventurarse a probar el kitesurfing es necesario tener unas nociones previas de windsurfing. «Con diez salidas al agua se consigue el planeo, siempre y cuando la persona que se atreva controle el windsurfing, ya que el manejo de la tabla es muy similar, lo único que cambia es la ausencia de la vela y la aparición de la cometa o parapente», explica David.
El kitesurfing permite hacer saltos de hasta 30 metros. «Es un deporte para saltar más que para correr. En comparación con el windsurfing, en este se consigue saltar más con menos viento, y esto es una ventaja. En campeonatos del mundo se han llegado a dar saltos de 30 metros», añade el joven. Es aconsejable practicarlo primero desde una lancha y cuando se dé el paso al uso de la cometa o del parapente es conveniente que la fuerza del viento sea de entre dos y tres nudos.