Tropezó, se abrió la ceja izquierda y, después de que en Can Misses le dieran tres puntos de sutura, corrió raudo a los juzgados para denunciar al Ayuntamiento de Eivissa por no mantener en condiciones la acera de la Vía Romana.
Ésta fue la particular odisea que ayer vivió el ibicenco J. A. M. S., quien a sus 60 años no tuvo reparos en culpar al Consistorio de Vila del tropiezo que le hizo caer de bruces sobre la acera y dejar en ella un rastro de sangre.
M.S. asegura que no se habría caído si la acera no tuviera en ese tramo -cercano al Museo Arqueológico- una anchura de sólo 50 centímetros, los existentes entre el muro y una jardinera de la Vía Romana, aproximadamente en torno al número 28.