A Ramón Cruz le dejaron como herencia las nociones a partir de las cuales se fabrican a mano los puros. Son 22 años dedicados en exclusiva a mantener la saga de torcedores en la que se encuadra. Ayer estuvo en Eivissa para trabajar ante el público en una tienda especializada del centro de la ciudad.
Una vez que se recolectan las hojas de la planta de tabaco y después de pasar por un proceso de fermentación, comienza la tarea de los especialistas en la fabricación de puros como Ramón Cruz. Las herramientas con las que trabaja descansan fundamentalmente en tres: una cuchilla o chaveta -como se denomina en su país de origen-, una tabla para partir las hojas de una madera dura -la de un árbol llamado en la República Dominicana palo amarillo- y cola natural hecha a partir de la resina en polvo de la madera del tragaconte, otra especie autóctona de aquel país.
Con el puro en la boca, ya que este maestro torcedor es un amante de los productos que fabrica, comienza a mezclar tres tipos de hoja. Los tipos de tabaco con los que trabaja son: seco, ligero y olor o aroma. El más fuerte es el primero. Después de mezclarlos forma lo que denomina el capote, que está listo para introducirse en un molde. De aquí surge la tripa del puro, que se mete en una prensa para darle consistencia. Por último se corta una hoja más fina y elástica que envuelve la mezcla prensada. Se le aplica la cola y se le coloca finalmente la anilla o papel que identifica la marca del puro.