Ante el pueblo de Santa Agnès se extiende una llanura en la que habitan desde hace décadas centenares de almendros. Y como cada año al llegar la segunda quincena de enero la superficie del conocido como pla de Corona, se tiñe de blanco debido a la temprana floración de los almendros. A pesar de impresionante, este fenómeno no es una sorpresa para los vecinos de la zona, pero para el resto de los habitantes de la isla se convierte en una de las zonas de peregrinaje en el tiempo de ocio que cada uno disfruta. Los fines de semana, decenas de personas se acercan a Corona para observar un espectáculo digno de admiración.
Sin embargo, este hecho resulta atractivo para otras especies, puesto que junto a la luz que el blanco de los almendros refleja, se une un rumor especial. Un zumbido característico de la época primaveral y que en esta zona de la isla se adelanta gracias a la precocidad de los almendros. Auténticas nubes de abejas y avispas cubren el valle y en grupos pequeños rodean todos y cada uno de los árboles, en busca del preciado polen, que después, dará como fruto la cera y la miel.
Los rojos de la tierra, los verdes pastos, el blanco de las flores, el calor del sol, primer atisbo de primavera; y el zumbido de las abejas forman un ambiente especial, relajante y con un interés para los más excursionistas y los curiosos en general. Este clima privilegiado fue escenario durante años de manifestaciones poéticas que fundían la luz propia de los almendros con la de la luna llena. Precisamente, en estos días hay luna llena y en la noche del lunes se juntó, además, con una espesa niebla, presente también durante el día. Por su situación el pla de Corona es lugar propenso a este fenómeno meteorológico.