Hace ahora 25 años de aquel 9 de abril de 1977 en el que el Partido Comunista de España (PCE) fue legalizado. Hoy, además, se celebra un homenaje a la II República, en un intento más por recuperar la memoria histórica de una época determinada de la historia de nuestro país. Momentos, los del año 77, que en las Pitiüses vivieron intensamente dos miembros de la entonces clandestina formación. Miquel Ramon, actual diputado por Izquierda Unida en Balears y Antoni Planells, Malalt, quien hoy se dedica a lo que ha sido siempre su trabajo: la agricultura.
El balance de este cuarto de siglo es algo muy personal. Ramon recuerda que en aquella época trataban de organizar el partido pero centrándose en aspectos muy amplios, «desde la organización del campo hasta la creación de la Asamblea Democrática, plataforma de oposición al franquismo». «Ahora, viendo lo del Pacto, creo que algún papel hemos jugado. Todos hemos cambiado en estos 25 años, pero las constantes se mantienen, hay una coherencia», concluye. Al saltar del pasado al presente, Ramon y Planells se enzarzan en un repaso por la situación mundial. Se refieren, indignados, a la masacre de Israel, al papel lastimoso que, según ambos, juega Europa o a la falta de democracia de muchos países de Latinoamérica, de especial relevancia tras lo sucedido en Venezuela.
«En un momento dado, el partido que más decía la verdad era el PCE "explica Planells", pero ahora hay muchos colectivos que la expresan y hay más confluencia. Un ejemplo de esto es el movimiento antiglobalización, que marca unos criterios claros de lo que se debe hacer para salir de la situación actual». Volviendo a los momentos previos a la legalización del partido, los dos coinciden en que era un hecho innegable que el partido iba a salir a la calle. Lo refleja muy bien lo que ocurrió el mes de octubre de 1976. Unos 128 delegados del PCE de Balears viajaron a Formentera para celebrar su III Conferencia en el complejo turístico Maryland.
«Excepto muy pocas personas, todos nos inscribimos con nuestros nombres, aunque se trataba de una reunión clandestina. Justo cuando nos acabábamos de marchar llegó la Guardia Civil y a algunos nos llamaron y nos detuvieron. Pero fue muy divertido, sabían que nos iban a legalizar y nos trataban muy bien. En vez de llevarnos al calabozo no dejaron en una cantina mientras buscaban un juez para ponernos en libertad», rememora el diputado. Anteriores a ese 9 de abril también eran las reuniones clandestinas que se celebraban en lugares tan dispares como el búnker de ses Salines o la sacristía de la iglesia de Sant Mateu, pues colaboraban con el cura carlista de ese municipio. Nunca les cogieron. Para evitarlo era muy importante la vigilancia, de la que se encargaba muy a menudo el entonces muy joven Miquel Ramon.