El Ank o Cruz Ansada es el símbolo más conocido de la iconografía egipcia, representa la llave con la que nos abrimos a la vida futura. No es que el devenir esté ahí y despejemos alguna dificultad para entrar en él; se trata de una actitud propia para tener en el presente una postura adecuada para adentrarnos en el porvenir. El futuro es importante, en él pasaremos el resto de nuestras vidas. Tanto nuestra memoria, nuestros recuerdos, como las proyecciones que hagamos sobre nuestro futuro, las estamos viviendo en el presente y es aquí donde elaboramos el sentido que tengan para nosotros estas proyecciones en el tiempo. Al mismo tiempo el Ankh nos recuerda la seguridad para adentrarnos confiada y vigilantemente en lo que el destino depara para nosotros en tiempos venideros.
Cogiendo la Cruz Ansada como si de una llave se tratara, aceptamos todos los misterios de nuestra vida y de nuestro destino y gracias a ello obtenemos un salvoconducto para ir dándoles conciencia y sentido. El Ankh señala a partir de ahí la idea de asumir quiénes somos; esta conciencia es necesaria para evitar las interferencias, especialmente de aquellas relaciones que, sabiéndolo o no, nos distraen de nuestro camino personal y de las relaciones que sean oportunas. Ninguna claridad emocional y mental semejante a la que surge de entender la propia vida, nuestra trayectoria vital.
Así, responsablemente, abrimos con el Ankh las esferas del acontecer próximo, estando preparados para comprender las cosas mientras suceden. En la línea de lo expuesto el Ankh representa la Vida en cualquiera de sus manifestaciones y en un sentido espiritual la Vida Eterna. Es el poder generador de la vida consciente de su trayectoria.
La parte Ansada representa el principio femenino y la vertical el masculino, dando origen a este símbolo de fecundidad. La horizontal representaría una tangente entre ambas polaridades, y en ese punto de tangencia es donde se produce la vida, el ser humano.
Frederic Suau