Un grupo de once ciudadanos se dio cita ayer en el Salón de Plenos del Consell Insular, donde fueron recibidos por el presidente del Govern balear, Francesc Antich, la presidenta del Consell Insular, Pilar Costa, y el conseller d'Interior, Josep Maria Costa. Todos ellos se reunieron allí con el objetivo de destacar una labor profesional que, si en algunos casos ya ha finalizado, para otros inicia ahora una nueva etapa. Los jubilados Marcos Colomar Marí y Francisco Ripoll Riera, dos ibicencos dedicados a la sanidad y a la docencia respectivamente, recibieron dos siurells de plata en reconocimiento al trabajo realizado a lo largo de gran parte de su vida, mientras que Isabel Almeda, Carmen García, Mª Carmen Molina, Josefa Riera, Carlos Ros, Encarnación Sánchez, Mª Purificación, Montserrat Albiol y Pedro José García, recogieron los diplomas que certifican que han superado el proceso de funcionarización. «Es ley de vida: unos dejan el trabajo pero otros lo empiezan», afirmó Pilar Costa haciendo referencia a los dos grupos claramente diferenciados que ocupaban las primera filas de la sala.
Por tercer año consecutivo el Govern balear y el Consell Insular han querido rendir homenaje a un total de nueve funcionarios jubilados (aunque sólo dos acudieron a la cita), así como a los once trabajadores del Govern que tras superar una oposiciones han conseguido el título de funcionarios. «A través de la funcionarización se ha conseguido una reivindicación de los sindicatos que databa del año 1995», explicó el conseller d'Interior.
«Cuando yo empecé a trabajar quizá la efectividad no era la
ideal porque nos faltaban medios, pero la prestación personal era
mayor; lo ideal hubiera sido mejorar sin perder ese trato cercano
con la gente», comentaba Marcos Colomar Marí , un jubilado que
durante algo más de 47 años dedicó gran parte de su vida a su
profesión de ATS de Sanidad y Seguridad Social. Aunque nació en
Eivissa, concretamente en Sant Carles, durante 16 años trabajo en
la localidad de Andratx, en Mallorca, donde Marcos Colomar asegura
que se sentía «pariente de todo el pueblo». Los comienzos fueron
duros y los últimos años más dulces, tanto que finalmente decidió
posponer la jubilación hasta los setenta años. «Podría escribir un
libro sobre cómo han cambado las cosas desde entonces. En los
pueblos las consultas las teníamos que instalar en nuestra casa y
hasta que llegó la democracia y se montaron los servicios de
urgencia y los centros de salud allí no existían los horarios ni
los festivos», comenta. La labor de este ibicenco en tierras
mallorquinas fue muy aceptada entre los vecinos, tanto que cuando
éstos se enteraron de que Colomar había solicitado el traslado a
Santa Eulària, en Eivissa, le ofrecieron incluso pagarle una cierta
cantidad de dinero si se quedaba. «Pensaban que me iba para cobrar
más, pero eso no era así porque el dinero nunca ha sido lo que me
ha movido», dice. Junto a su amigo Francisco Ripoll, quien ayer
también recibió un homenaje por su carrera como docente, no podían
evitar comentar las mejoras que a lo largo de todos estos años se
han ido apreciando en esos dos ámbitos laborales. «Cuando empecé a
dar clases teníamos que pedir los pupitres a otros centros»,
recuerda.
Tanto Marcos Colomar como Francisco Ripoll tienen en común con las
once personas que ayer recibieron el título de funcionarios el
haber superado unas oposiciones que hace cuarenta años eran muy
diferentes a las actuales. «Nosotros tardamos entre dos y tres años
en terminar las oposiciones, ahora en un mes te las puedes sacar»,
apuntan.
Sara Yturriaga