EVA ESTÉVEZ
Más que una jornada de fiesta
medieval, la de ayer pareció a los ojos de muchos una cita con las
compras y una carrera de degustación de suculencias gastronómicas
de antaño que una jornada de ocio y descanso. A más de uno tanta
concentración humana por metro cuadrado, tantos sabores y tanto
vaivén le produjo estrés y una digestión pesada con las
consecuentes repeticiones de turno. Pero, como dice el sabio y
antiguo refrán, «sarna con gusto no pica», y menos en una Dalt Vila
tan concurrida y llena a rebosar de caras alegres, estómagos
agradecidos y rostros subidos de tono por el sol y los alcoholes
servidos en los puestos.
La Plaza de España fue un ejemplo del trajín arriba descrito en
el que los únicos que conseguían romper la monotonía fueron los
maestros vidrieros Nicasio Abdon y Benjamín Boluda, dos jóvenes
procedentes de L'Olleria, población valenciana vidriera por
excelencia, que mostraba en vivo y en directo el proceso de
elaboración de distintos objetos esculpidos con ayuda de tijeras y
tenazas con una destreza pasmosa. «Es la primera vez que estamos en
Eivissa y que participamos en una feria de estas características,
explicaba Nicasio que comentaba entusiasmado cómo el público les
había aplaudido en cada demostración.
Otros cristales que tuvieron gran aceptación fueron los de caramelo
vendidos por las belgas Arlette y Vanessa. Procedentes de la
conocida localidad de Lieja, madre e hija han conquistado al
público de todas las edades con cristales de caramelo de sabor a
violeta, anís, fresa, cereza y melón.