Las memorias de Emanuela de Dampierre, un libro entretenido, ameno y muy bien estructurado por la escritora Begoña Aranguren, nos dan una visión muy interesante de toda una época que ella vivió de una forma intensa, especialmente durante su juventud en los años anteriores y durante la Segunda Guerra Mundia. En el libro, por cierto, no sale muy bien parada la Familia Real Española. Leyendo ese libro me ha venido a la memoria otro muy interesante del recientemente desaparecido Juan Balansó, experto en temas de realeza, que lleva por título «Los Borbones incómodos». Por él desfilan todos los miembros de la familia Borbón que, por ser bastardos o segundones, han creado algún problema a la Corona; y uno de esos Borbones incómodos es Alfonso de Borbón Dampierre, hijo de doña Manuela.
El matrimonio de Alfonso con Carmen Martínez- Bordíu ya fue 'incómodo' para el actuaRey don Juan Carlos cuando la Corona de España ya era muy suya, ya que con este enlace entre la nieta preferida deGeneralísimo con Alfonso de Borbón, aumentaron en gran medida las posibilidades de éste con respecto al reinado. Hubo una parte importante de los políticos adictos a Franco que veían con buenos ojos que el pretendiente fuese el primo de don Juan Carlos. Esto lo explica magníficamente Balansó y también el escritor e historiador Emilio Romero en el libro «Cartas al príncipe». Alfonso y Carmen tuvieron siempre una importante conexión con Ibiza y de recién casados se convirtieron en la pareja de moda de toda la prensa. Yo me encontré con ellos, a lo largo de los años, en múltiples ocasiones; en cenas en casa de Miguel García de Sáez, en el barco y en casa de los Hartman y en la residencia de José Viader, quien había sido compañero suyo de estudios.
Un día, en casa de este último en una cena a la que también acudió Carmen Franco, la madre, pasó algo que me dejó muy atónito y sorprendido; ella llegó antes y cuando apareció la pareja, Carmen Franco se acercó a la hija y se puso rodilla en tierra como si fuese una reina. Todos nos quedamos estupefactos ante aquel espectáculo. Lo explico porque demuestra hasta qué punto querían dar una imagen de realeza de Carmencita Martínez- Bordíu.
Los dos eran muy diferentes y comprendo que el matrimonio no funcionara. Alfonso era un hombre muy serio, con un aire siempre triste, guardando mucho las distancias, culto, inteligente y al que no le acompañaba la voz, demasiado fina. Por el contrario, Carmen era una mujer muy bella y muy tonta, aunque últimamente ya no lo parece; yo no sé si la tontería puede desaparecer de repente, pero ahora da la imagen de una mujer de este tiempo, lista, 'progre' y muy diferente de aquella niña mimada que tenía una cultura muy elemental. También es verdad que todo eso lo suplía con una gran simpatía y una gran belleza; además era muy extrovertida, alegre y siempre dispuesta a pasarlo bien.
Nunca tuve, ni presumo de ello, una amistad con ellos, pero intercambiamos direcciones y ellos me felicitaban por Navidad. Pero después de la separación no volví a ver a Alfonso, aunque con Carmen coincidí en una boda en Sevilla, en Ibiza y, como he dicho, la encuentro una mujer más realizada ahora, alguien que da una buena imagen, y que sabe qué quiere y cómo lo quiere.