Nacieron en Buenos Aires y hace diez años que son novios. Nunca habían salido de Argentina antes, pero un día decidieron probar suerte. Ella es licenciada en Arte Dramático, él en Diseño Industrial. Silvina y Rodrigo han hallado en Eivissa lo que en su país es tan difícil encontrar y tantas veces se les negaba: un campo donde dar rienda a su creatividad y gente que la sepa valorar. «Yo reciclo historias, él recicla objetos», resume Silvina. Unas veces acompañada de Andrea -amiga suya residente en la isla con quien ha formado una pequeña compañía de teatro- y otras en solitario, esta joven porteña desarrolla sobre los escenarios su habilidad creativa: «Digamos que soy una especie de inventa cuentos. Yo creo historias a partir de cosas que me va diciendo la gente, a la que le hago elegir un lugar o una situación para encuadrarla», explica. Para ello se basa en complejas técnicas ensayadas durante años y que rompen con la necesidad de la existencia de objetivos opuestos para generar conflictos del teatro tradicional. No sólo la improvisación juega un papel fundamental, también que cada miembro desarrolle un papel: «Es como un deporte de equipo en el que el gol es que la historia cierre», apunta Rodrigo. Hasta ahora en Argentina siempre lo había hecho en grupo, pero aquí es la primera vez que trabaja sola, y parece que la cosa funciona. Ha actuado en diversas ocasiones en los pubs Suy e Itaka, donde recientemente ha hecho diálogos acerca del amor con motivo del día de San Valentín. «La gente en la isla da mucho valor a la creatividad. No hay problemas para actuar en sitios, cosa casi imposible en Buenos Aires, donde casi que tienes que pagar por hacerlo», dice la actriz.
Rodrigo tiene en su ciudad natal una tienda de muebles de diseño
hechos con materiales reciclados: señales de tráfico convertidas en
sillas, licuadoras y tambores de lavadora transformados en
lámparas, televisores que hacen las veces de pecera o frigoríficos
adaptados como muebles para ordenador. En Eivissa no sólo ha
encontrado un paraíso espiritual, sino también material: «Es
inimaginable la cantidad de cosas que se pueden hacer con todo lo
que se tira», dice. Juguetes o un muñeco gigante de botellas de
plástico, hecho para una fiesta de recaudación a favor de las
víctimas del tsunami y que ahora utilizan en alguna de las
actuaciones de Silvina, le han servido para que le llamen como
monitor en el Casal de Joves.
En tan dulce momento, ven la vuelta a Argentina como una pesadilla
y buscan el modo de quedarse.Iván Muñoz