Si al posar por primera vez la mirada en una pintura de Aldo Kodac no aparece una mano amiga, una sonrisa extraña o unos ojos alegres, es porque este pintor uruguayo afincado en Eivissa ha burlado lo más profundo de su creatividad para crear una obra neta y abstracta en la que el puntilleo y el color trazan sus propios caminos que invitan a pasear: «Me atrae el abstracto y el constructivo que muchas veces es color, son formas y es puntilleo. Pero hay algo en mí que siempre me tira a lo humano, como puede ser un gesto o una mano, o como puede ser algo muy perdido y muy fugaz, algo que termina sucediendo», explica el pintor desde su casa-taller de Santa Agnès, la misma que fue su hogar en Eivissa cuando llegó por primera vez en 1988 y lo volvió a ser cuando hace tres años decidió quedarse los veranos y los inviernos enteros en la isla. «Tuve muchas idas y muchas vueltas con Eivissa, que prácticamente se prolongaron en estos 15 o 16 años entre la India y Uruguay, que es mi país, y en todos siempre fui montando talleres así como en Eivissa también siempre un taller».
La primera de esas veces, Aldo llegó a la isla desde Nueva York
con la idea de montar un estudio de cerámica: «Pero la cerámica no
funcionó porque era muy complicado cuando el camino era todavía un
sendero de cabras, salir con las cerámicas en el coche para
llevarlas a un taller a Eivissa», y decidió dedicarse de lleno a la
pintura.
Estudió desde pequeño (11 años) en el Club del Grabado de
Montevideo, Uruguay, una escuela formada por los artistas que
habían decidido no exiliarse de su país en la época de la represión
militar, y que tras el cierre de la Universidad de Bellas Artes,
habían apostado por este trabajo en vez de emigrar hacia los
destinos de Bélgica, Madrid o Londres como sí lo hicieron muchos
otros artistas: «Estuve trabajando allí como 8 años y luego se
reabrió Bellas Artes a la cual le dediqué tres maravillosos años de
mi vida», explica Aldo que suma a su curriculum estudios en la
«Escuela de Torres García», todo un espacio de renombre en el arte
sudamericano, junto a su profesor, Juan Storm, de gran prestigio en
el Río de la Plata. Luciana Aversa