Algo no va bien y el sistema o, mejor dicho, el poder económico que controla todo lo que se mueve en esta isla ha puesto en marcha el dispositivo que se aplica cuando se da una situación de anormalidad. Mal está la cosa si el Grupo de Empresas Matutes hace acto de presencia edía D en las primeras páginas de los periódicos para conmover a los ciudadanos con el perjuicio que le ocasiona la construcción de la autovía del aeropuerto; y algo malo, muy malo, parece que va a suceder (muertes en las carreteras, sin ir más lejos) si el patriarca, que no se cansa de repetir que ya se ha retirado de la política, aparece en uno de los canales oficiales para llamar al orden al rebaño y anunciar que, un año después, ya está todo listo para hacer efectiva la donación de terrenos anunciada a su pueblo. Uno no es nadie para restarle mérito al gesto, y mucho menos si no tiene nada que regalar, pero inconscientemente piensa en la reflexión más al uso de su madre, tan curtida y sabia en este duro oficio de vivir , que dice: «El hombre que regalaba cosas, hace muchos años que murió, y, además, eran panderetas agujereadas».
El patriarca ya dejó temporalmente su retiro de la actividad política hace dos años con motivo de las elecciones locales para evitar que los malos de la película siguieran perturbando el orden económico de esta santa tierra, que tantos beneficios ha dado sobre todo a algunos. Y estos malos son tan malos que, con su continuo afán de poner piedras al progreso, no son conscientes de que en realidad están poniendo en peligro vidas humanas. Muerte. Ésta es precisamente la munición que ha descargado el sistema para combatir y acallar las protestas de cuatro gatos o disidentes y tratar así de impedir que el resto del rebaño también se exalte en contra del orden cuadriculado que ha funcionado toda la vida, y, por cierto, bien.
De todo lo que ha sucedido en los últimos días, o en las últimas horas, sobre la polémica de las carreteras se puede establecer una división de la sociedad isleña en tres secciones o partes: Los malos, que ahora inconscientemente no tienen caridad cristiana, y valga la ironía, por las víctimas de las carreteras; los que cortan el bacalao y manejan los cuartos; y los que pasan de unos y otros porque esto es Ibiza o porque tienen otras cosas mejores que hacer. Obviamente, en este último grupo se incluyen los, digamos, prácticos, que ya dan por hecho que las autovías no las para ni la diosa Tanit ni la fuerza telúrica de es Vedrà. Posiblemente, este último colectivo, al que puede pertenecer cualquiera, podría rozar la mayoría, aunque es una mera impresión personal carente de todo rigor científico.
Descartado, pues, el apoyo divino, sólo quedará para el recuerdo el sano ejercicio democrático practicado ayer por miles de personas. Lo mismo pasó hace un tiempo cuando saltó el escándalo de la subida de las tarifas de los vuelos, que fue el preludio de la histórica, pero, sobre todo, vergonzosa declaración de servicio público de los vuelos entre islas, que empeoró aún más las cosas. Hubo mucho ruido de partida, incluso con foto conjunta de los partidos de izquierda y la derecha; pero poco a poco, y a pesar de que ahora mismo un vuelo a Mallorca o a Menorca es casi más caro que una semana de vacaciones pagadas en cualquier hotel de la península, ya nadie rechista. Así funciona la cosa. Es el sistema éste del demonio, del que, si hacemos caso a mamá, no cabe esperar mucho, y menos regalos.