Coinciden en que si quieres pillarles el truco y saber cuáles son sus secretos tienes que esforzarte por encontrar la explicación. Y que si lo logras, y la respuesta despierta aún más tu curiosidad, corres el riesgo de convertirte en uno de ellos.
Los cinco magos más conocidos de la isla no sólo se llevan muy bien entre ellos. También comparten experiencias, algunas veces, espectáculos, pero, sobre todo, una ética que les lleva a no revelar nunca cuáles son los esos secretos que provocan la gran ilusión llamada magia.
Son nada menos que la saga de los magos Dantés y Dantés Jr, hijo y nieto del mago Onofrof; el mago Camamuri, llegado hace 20 años de Guinea ecuatorial; el mago Almer, con 43 años de magia a sus espaldas, y el mago Alexis, un autodidacta de Sant Carles. Todos saben cómo sorprender a diferentes públicos y todos comparten la idea de que un mago no sólo se hace sino que también nace.
«Creo que el que nace mago se muere mago. Y para serlo, hay que ser muy sensible. Que te guste mucho la magia, vivir para ella», explica Dantés, que al igual que su hijo Dantés Jr, pisa los escenarios desde que es muy pequeño. «Sí que hay que vivir para la magia, porque si no te puedes aburrir muy rápido. Puedes empezar con un buen tirón pero acabas dejándolo porque también demanda mucha práctica», agrega Dantés Jr, cuya historia de aprendizaje hereditario es también compartida por Almer: «Normalmente suele pasar de padres a hijos. En mi caso, empecé a los siete años con un vecino mío que era mago y que tenía un hijo que no quería serlo, y tuve la suerte de que me enseñó a mí».
Pero qué es lo que hacen estos magos para maravillar a grandes y niños; para marear a los que creen que pueden adivinar sus juegos y trucos, y para ser contratados no sólo en cumpleaños, bautizos y comuniones, sino ahora también, para celebrar divorcios.
Camamuri, por su parte, explica que la magia es la ilusión que crea para divertir a los demás: «Lo que hacemos es transportar a la gente a un mundo en el que todo es maravilla», mientras que Alexis, que comenzó a los 13 años con un juego de magia Borrás y que continúa investigando sobre este mundo, señala que la regla de los magos es no repetir el mismo truco: «Porque lo bueno de la magia es la sorpresa. Entonces, si lo repites, deja de ser interesante».
Coinciden en que aquellos que se pasan el espectáculo preguntándose cuál es el truco se pierden lo más importante, que es el efecto. Y que un mago que cuenta sus secretos deja de ser, inmediatamente, un mago. Para ello, Almer tiene una respuesta muy sencilla: «Cuando alguien me pregunta cuál es mi secreto yo le digo 'Vale te lo diré, pero ¿tú sabes guardar un secreto?, pues yo también'».
Luciana Aversa