Las paredes del colegio de Sa Graduada encierran mucha historia. No en vano por sus aulas han pasado a lo largo de sus 75 años de existencia alrededor de 5.500 alumnos, entre ellos «la mayoría de los que ahora conforman el tejido político y económico de la isla». Son palabras de Pascual López, coordinador de los actos del 75 aniversario del colegio, que comenzaron ayer con la entrega de los trípticos conmemorativos a los alumnos y al vecindario. «Celebramos el aniversario porque la escuela se acaba y queríamos hacer una despedida», recalca López en referencia al traslado de los niños a un nuevo colegio que se está construyendo en la calle Vicent Serra, en el marco del plan Eivissa Centre. Porque aunque el edificio de Sa Graduada permanezca protegido por el Consell, lo más seguro es que no siga teniendo usos educativos. «Y es una pena, porque en estas aulas hay mucha luz y la orientación es muy buena», explica López, que añade que esta escuela acabó de construirse en el año 34, pese a que ya en el 31 se aprobó su edificación. «Antes todos los niños estaban en un local de Vara de Rey y cuando estuvo terminado el colegio se trasladaron aquí».
Sa Graduada fue construida en la Segunda República y respondía a un nuevo modelo de escuela que venía a solucionar el grave problema de la falta de edificios específicos para desarrollar una labor educativa digna. Además, por primera vez se dividiría a los alumnos por grados, según su edad, de ahí el nombre de «graduada». La obra, dirigida por el arquitecto y escritor Guillem Forteza, estaba concebida para crear un centro moderno con espaciosas aulas, biblioteca, taller y cocina.
El primer director de Sa Graduada fue Joaquín Gadea, un maestro que después de la Guerra Civil tuvo que exiliarse a Francia.
Después de la contienda, el colegio pasó a denominarse José Antonio Primo de Rivera. De hecho, en el colegio todavía se conservan las fotografías de Primo de Rivera y Franco que estaban presentes en algunas de las aulas durante la dictadura. C. Roig