La primera vez llegamos era de noche y ni siquiera había luz. Veníamos de la Costa Brava y de Palma, y nos dijimos 'mañana nos marchamos'. Pero cuando se hizo día y vimos la bahía, nos maravillamos. Y fíjate, ya han pasado 55 años». Quien habla es Angelina Martínez Mula, una señora de Barcelona que junto a su marido, Joan Felipe i Fiol, llegó por primera vez a Sant Antoni en 1952 y que desde entonces continuó veraneando año tras año en la isla. Este matrimonio, que primero vino solo, después con sus amigos y familiares, y por último con sus hijas, tiene desde hace años un incentivo aún más fuerte que su gusto por la isla: una de sus hijas, la más pequeña y de nombre Montserrat, decidió instalarse en el municipio, casarse y formar familia.
Esta fidelidad turística les ha valido el reconocimiento oficial del Ayuntamiento que ayer les ofreció un homenaje y les entregó de recuerdo una pareja de payeses de cerámica y un ramo de flores.
«Siempre se habla de que Sant Antoni ha cambiado tanto, pero esto demuestra que la gente sigue viniendo y que a través de los años sigue eligiendo este municipio como un destino familiar», destacó el concejal de Turismo, José Ramón Serra, presente, junto al alcalde, José Sala, en el homenaje celebrado ayer en la sede del consistorio.
Y que Sant Antoni ha cambiado lo pude asegurar también Angelina, un lugar que le sigue gustando y mucho, al igual que el resto de la isla. «En todo este tiempo ha cambiado, pero como ha cambiado todo. A mí, particularmente, no me gustan los edificios altos ni las grandes autopistas», destacó esta mujer de 87 años, que junto a su marido, de 89, decidió ya hace tiempo contar con su propia casa payesa en Sant Antoni. Un rincón al que siempre vuelven, no sólo en verano sino también en Semana Santa para disfrutar, como antaño, de los paisajes ibicencos, entre los que también encuentran su favorito. «Es la vista desde Caló des Moro a Sa Conillera es un lugar que siempre nos ha encantado», concluyó Angelina. lL.Aversa