Algunos prefirieron motocicletas totalmente equipadas. Otros optaron por las mini bicicletas y otros tantos se decantaron por la fabricación de su propio medio de transporte para participar en la III Edición de la Carrera de Campeones, más conocida como descenso de carrilanas. La cita tuvo lugar ayer en la carretera de cala Salada. Con unos diseños más innovadores y otros más clásicos, los 50 participantes ultimaron hasta el más mínimo detalle para que todo estuviera perfecto. Tanto que la salida se efectuó tres cuartos de hora después del mediodía. Pero no importó porque las ganas de pasarlo bien compitiendo eran más importantes que cualquier detalle horario. En la edición de este año participaron personas de lugares muy diversos, como Francia, Galicia o País Vasco. Armando Sixto es uno de los gallegos que se desplazó hasta la isla hace unos días para participar en esta peculiar carrera: «Este año se cumple mi décimo aniversario formando parte de este tipo de competición y he decidido que la carrera sea aquí, en Eivissa». Sixto vino hace tres años y en esta ocasión fue el encargado de abrir la competición: «No estoy nada nervioso porque ya son muchos años». Para este verano corredor de carrilanas, Eivissa es un lugar muy bello: «La gente es muy amable; se portan muy bien conmigo y me lo estoy pasando muy bien». Sixto compitió ayer con una motocicleta muy bien equipada: «Tiene pito, dos ruedas; detrás tiene un muñequito de Sin Chan y al lado una bodeguita con orujo gallego; esa es mi gasolina». Este hombre es el creador del carro de las vacas, una obra que suscitó más de una sonrisa: «Para hacer este carro de vacas han sido necesarios tres años de duro trabajo; es una auténtica obra de arte».
Este descenso de carrilanas es muy común en la zona norte de España, pero no tanto aquí: «Decidimos hacerlo porque entramos en contacto con Marco Antonio Prieto, miembro de la Federación de Deportes de Inercia; poco a poco nos fue explicando y nos gustó mucho la idea, por eso hemos decidido traerlo a Eivissa», aseveró Juanjo Planells, presidente del Club Ciclista de Sant Antoni.
Durante un kilómetro y 400 metros de los entrenamientos del viernes por la tarde, Marga, de Mallorca, pudo experimentar lo que es el miedo: «Es la primera vez que participo en este tipo de carreras (lo hago porque sé que a mi novio le hace ilusión); al principio, en el entrenamiento del viernes, me puse a llorar, pero luego tienes una sensación muy grande de adrenalina y te lo pasas bien». Su novio, Miguel, y un amigo de ambos, Daniel, optaron por un vehículo de tres plazas de fabricación totalmente casera. El bilbaíno Jon Kaiet, por su parte, participó con una especie de monopatín: «Los hacen en Madrid, valen unos 200 euros y se baja tumbado de cabeza». Para él también es la primera vez en la isla: «Hemos visto las playas y el pueblo de Sant Antoni; es todo muy bonito y la gente muy simpática». Los ibicencos Vicente Sala, Javier Torres y Lucas Torres decidieron crear un atractivo vehículo con piezas de dos mobilettes y una scooter. «Hemos venido a pasarlo bien más que a competir; nos hemos traído el almuerzo y queremos pasar un buen rato con familiares y amigos», aseguró Javier Torres.
Después de la competición de la tarde todos los participantes disfrutaron de una suculenta cena y la entrega de trofeos en el restaurante Cala Salada.
María José Real