Un viaje diferente para disfrutar en familia. Tres horas y media de recorrido turístico que nos lleva por los lugares menos conocidos de Santa Eulària y sus alrededores. Marcos, conductor de este divertido tren tricolor, recomienda este paseo a gente que tenga ganas de pasar una mañana cultural. Dice que su público son familias con niños y gente mayor, pero que julio está siendo un mes bastante flojo.
Mientras la gente sube al tren, Marcos comenta que lo mejor de su trabajo es la tranquilidad: «No hay estrés. Hay que tener mucha paciencia pero es un trabajo muy flexible y se pasa bien. Hay paradas cada media hora». También lo compara con conducir un autobús: «No se parecen en nada. En un autobús puedes tener unos problemas con los turistas jóvenes que aquí nunca tendrás. La gente es muy diferente».
Por otra parte, no puede negar que el calor es a veces insoportable: «El recorrido de la mañana se lleva un poco mejor; el de la tarde a veces es inaguantable por el sol; hace muchísimo calor».
Cuando el tren está lleno, empieza la ruta en Santa Eulària a las diez de la mañana. La primera parada es la iglesia de Sant Carles, donde se hace una parada de 20 minutos. Rosa, la guía turística, explica a los clientes todo lo referente a esta iglesia, su historia y costumbres. Los usuarios hacen fotos y entran en la iglesia para visitarla. A Terry, un chico inglés, le sorprende la arquitectura de esta iglesia: «Es diferente a las iglesias que yo había visto. Tiene un pozo en la entrada».
El segundo stop es en una casa museo de es Figueral, punto estrella del recorrido. Se trata de una casa payesa del siglo XVII donde los turistas pueden aprender cómo se vivía hace décadas en una casa rural. Después de ver los corrales, las habitaciones y una sala con herramientas de trabajo se pasa a la cocina, la estancia más interesante de la visita, dondepuede aprender como se hacía el aceite antiguamente por los payeses. Una máquina enorme circular que ocupa la mayor parte de la cocina con una gran cantidad de herramientas centenarias, de las cuales Rosa explica su utilidad a los turistas ingleses y alemanes del día, que quedan sorprendidos por lo rudimentario del trabajo.
Como tercera visita, el tren para en la playa Niu Blau, en la que se hace también una parada de descanso para volver finalmente al pueblo de Santa Eulària más o menos a la una y media del mediodía.
Marcos cuenta una historia que les ha pasado: «Lo peor es cuando el tren se mete en algún sitio y no podemos salir. El único remedio es desenganchar el último vagón del tren con la ayuda de los turistas. Les hace gracia participar en algo así». Además, Marcos señala que por suerte, los coches suelen tener paciencia cuando se trata de algún accidente de este tipo.
Rosa, por su parte, dice entre risas que «una vez llegamos a es Figueral y estaban regando para que los coches no se queden estancados en la tierra. Cuando pasamos con el tren, ¡los aspersores regaron a todos los turistas!». Marcos se une a la charla y cuenta otra anécdota: «Cuando pasábamos por un tramo de Cala Llenya siempre había un pavo que se ponía a cantar cuando venía el tren. Hace tiempo un guía siempre les decía a los turistas que escucharan cuando nos acercábamos... hasta que un día el pavo se quedó callado».Los turistas se bajan del tren una vez llega a Santa Eulària, listos para comer. Ha sido sin duda una mañana donde han aprendido las costumbres de Eivissa y su antigua manera de vivir.
Marina Bonet