CARMEN CIRES
Los grafitis y las pintadas en muros y en gran parte del mobiliario urbano han pasado a formar parte del paisaje de las ciudades en los últimos años. El debate sobre si es arte o no está abierto, pero lo que parece estar cerrado es que se trata de una práctica que tiene importantes consecuencias en las arcas públicas y privadas.
El Ayuntamiento de Sant Antoni ha estimado como precio medio entre los 150 y los 200 euros lo que le cuesta al consistorio limpiar cada pintada que aparece. Y suelen encontrarse una media de diez o quince grafitis cada dos semana, lo que supone uno por día, si bien depende de la temporada. Según los cálculos que han elaborado los técnicos municipales, Sant Antoni gasta una media de 6.000 euros al mes en limpiar las paredes y el mobiliario urbano de la pintura en spray o rotulador que algunos acumulan, lo que acumularía los 72.000 euros al año.
Precisamente esta semana cinco jóvenes fueron multados con doce mil euros por realizar esta práctica en paredes de la localidad, aunque la multa incluía también los desperfectos que causaron en una máquina elevadora y en un vehículo que había aparcado en la zona y que utilizaron para realizar las pintadas.
Según fuentes municipales, en Sant Antoni existe una partida presupuestaria para «limpieza viaria y recogida de residuos» de la que sale el dinero necesario para limpiar las paredes, y cuando se acaba esta partida económica, «ya no hay más», según señalaron.
72.000 euros puede parecer mucho dinero, que lo es, y más si hablamos de un presupuesto municipal, pero si cruzamos nuestras fronteras, nos enteramos de que Madrid gasta anualmente seis millones de euros en estas labores. Barcelona, en cuatro años, ha pasado de emplear 680.000 euros en esta labor a los 3'7 millones de 2007. Y ciudades más pequeñas como Valencia gasta 850.000 en esta tarea. Málaga, 400.000, y Alicante, 360.000 euros.
Sin embargo este tipo de pintadas no aparecen tan sólo en los lugares que son competencia de las instituciones. En muchas ocasiones las afectadas son comunidades de vecinos o dueños de comercios y entonces sí que es un golpe directo al bolsillo del ciudadano. Por ejemplo, hace tres años los responsables de una entidad bancaria en Eivissa decidieron eliminar las pinturas que se encontraban en la fachada de una superficie de mármol, de distinta porosidad según la zona y de unos 30 metros. Los operarios tardaron alrededor de una semana en aplicar los productos y los tratamientos necesarios. Les costó unos 1.000 euros, señalaron desde la empresa especializada encargada del trabajo. Este mismo proceso de limpieza hoy costaría unos 1.500 euros. Este podría ser quizás, y según aseguraron propietarios de la empresa, uno de los precios más elevados que han llegado a cobrar por limpiar una pared. El mínimo, 50 euros.
Y pese a tratarse de un proceso tan laborioso y que precisa de unos productos relativamente caros, el aplicar unos y otros no asegura que el grafiti vaya a quedar eliminado, pues aquí interviene el tipo de material sobre el que se realice la pintada y lo que haya filtrado en el mismo. Es el precio del 'arte urbano'.
Según informaron desde una empresa de limpieza, para eliminar un grafiti primero hay que aplicar un disolvente muy fuerte para quitar la pintura a nivel superficial. Después se aplica una pasta que se queda pegada sobre la pintada y que debe permanecer tapada durante 74 horas. Lo que la pasta hace es absorber parte del grafiti que se ha introducido dentro del poro. Por último, con agua a presión se quita la pasta y lo que quede de pintura, aunque desde las empresas de limpieza aseguran que este proceso no siempre garantiza que se eliminan las pintadas.