Nació en Buenos Aires. Allí estudió Derecho. En 1975 vino a Eivissa en un viaje para recorrer Europa durante dos meses, «el sueño de todos los argentinos», dice, pero se quedó en España . Ha sido incluso novicia y la experiencia en el monasterio catalán de la orden benedictina que fue muy gratificante. Cristina Molina se dedica, sobre todo, a temas de extranjería y derecho penal.
-Dejó el monasterio y empezó a ejercer de abogada. ¿Tuvo una crisis de espiritualidad?
-No, ¡qué va! Estaba en un lugar cerrado y me subía por las paredes. Era un monasterio de clausura y después de venir de Eivissa con espacios abiertos era un poco arriesgado. Estuve dos años pero no llegué a la graduación.
-Fue incluso hippy en Eivissa antes de su etapa del convento.
-Eivissa era una maravilla, era su época dorada. El hippismo desapareció como tal. Todos nos hicimos viejos y eso ya es otra historia. Cuando vine de Argentina pensaba volver y seguir trabajando como abogada, pero se me acabó el dinero. Mi hermano estaba aquí. Teníamos que buscar algo alternativo y me propuso vender en la calle. Me daba vergüenza pero lo hice y me gustó, era muy divertido. No estaba permitido, venía la policia y nos echaba.
-¿Qué pasó para este cambio tan radical?
-En Argentina había estudiado Teología, estaba ya ligada al mundo cristiano y cuando vine a España hice lo mismo. Quería hacer una cosa nueva dentro de la Iglesia, más acorde al tiempo que vivimos, y hacerla en Eivissa. Siempre anduve revoloteando en el mundo religioso.
-¿Llegaría a ser abogada del diablo?
-No, si lo que estoy buscando es que los absuelvan, no que los condenen.
-Pero lleva también acusaciones particulares.
-Sí, pero en el marco de la justicia no de la injusticia. Intento dar un equilibrio a lo que está desequilibrado.
-¿Cree en la justicia justa?
-No, pero lo que pasa es que a la larga se dan situaciones que con el tiempo se ponen en su lugar aunque a veces llega demasiado tarde para muchas personas.
-¿Es verdad que tuvo una experiencia cercana a la muerte?
-Cercana, no. Tuve una parada cardiaca cuando me pusieron un marcapasos, pero no vi ni una luz ni nada. Dicen que no es una experiencia de tipo religioso o místico sino que ver la luz es un problema de falta de irrigación en el cerebro.
-¿Hay causas perdidas?
-Hay causas perdidas, pero por la incomprensión de determinados jueces y fiscales. Algunos viven en un mundo aparte. No trabajan ni tienen relación directa con las personas y no dan posibilidades ni creen que una persona puede cambiar o rehabilitarse. No digo que sean todos, pero en general piensan sólo en el castigo.
-¿Qué le parece la huelga de jueces?
-Tienen razón. En Eivissa hay un colpaso brutal. Hay falta de medios para todo y la gente está cansada.
-¿Se ha sentido discriminada por ser argentina?
-En Eivissa nunca me he sentido discriminada, pero sí de manera indirecta cuando estuve con las benedictinas. Eran catalanistas y en un monasterio catalán eras doblemente extranjera: por no ser española y no ser catalana, a pesar de que mis abuelos eran catalanes y mi bisabuelo, masón, había tenido que irse de Cataluña por ser independentista.
-¿Y esa fue la razón para salirse del convento?
-No, cuando fui y les planteé el monasterio abierto me dijeron que sí y cuando entré me cerraron las puertas con cuatro llaves (risas).