Mi padre empezó a hacer helados cuando tenía 14 años. Llegamos a Eivissa en el 76, pero antes había trabajado de heladero en Murcia y Torrevieja. Ahora está retirado y soy yo la que se encarga de elaborarlos artesanalmente», explica Carmen Torres Tallón, de 34 años, antes de empezar la producción diaria de helados. Según cuenta, se trata de un proceso laborioso que requiere mucha dedicación y horas: «Por las noches meto en la máquina pasteurizadora leche, azúcar, harina de algarroba, que es como si fuera la levadura para los pasteles, y la nata. Si quiero que el helado sea de chocolate añado cobertura de chocolate, por ejemplo. Se deja toda la noche en reposo y al día siguiente lo pasamos a la mantecadora». En esta máquina es donde se enfría el helado: «Sale con una textura muy cremosa, está delicioso, pero para vender tienen que estar un poquito más fríos», puntualiza Carmen para quien el sabor estrella de todos los veranos es el chocolate: «Los sabores de frutas también salen mucho, pero sin duda el que más se vende siempre es el de chocolate».
Esta artesana de uno de los alimentos más refrescantes del verano intenta innovar cada año: «Por el momento tenemos 34 sabores. Este año hemos creado el chocolate con soja, que no tiene lactosa porque hay muchos niños intolerantes a ella. Voy probando mezclas, experimentando. Si, por ejemplo, quieres hacer un nuevo sabor de frutas sabes que tienes que llevar una cantidad determinada de pulpa. Se trata de equilibrar la fórmula».
Carmen empezó a hacer helados con su padre cuando cumplió los 18 años: «Aprendí observando a mi padre, con la rutina del día a día. Quizá lo más complicado es controlar la cremosidad del helado; hay que encontrar el punto justo». Según cuenta, esta profesión está completamente arraigada en su familia: «Mi niña tiene seis años y ya coge la pala para intentar remover el helado. Cuando nos juntamos todos en casa llenamos ensaladeras de helado para comer como postre».
Además también es la creadora de una de las horchatas más famosas de la isla: «Traemos la chufa de Alboraya, Valencia, que es muy carnosa. La metemos en un molino, que no la tritura sino que la prensa. Después sale por unos filtros de donde sale líquida. Le añadimos azúcar, la granizamos y ya se puede beber».
María José Real