En las paredes de la antigua Comandancia Militar de Eivissa los graffitis se mezclan con kilos de basura de todo tipo e inscripciones en las que se pueden leer, por ejemplo, «una de las ventajas de la miseria es que tardas poco en hacerte la cama; sencillamente, no hay cama».
«Yo llevo viviendo en esta casa desde hace algo más de un año. Llegué con cuatro amigos porque me separé de mi marido, que es capitán de barco. Aquí vivo también con una amiga, que tiene un bebé de cinco meses. Además, tenemos gatitos. Yo soy artista; hago cuadros con materiales reciclados, como cartones o yogurths», explica Noki, de Laos. En estas dependencias viven alrededor de 30 personas, que deberán abandonar este edificio público antes de septiembre, mes en el que se iniciarán las obras de rehabilitación de este edificio para convertirlo en la sede la UIB, del Arxiu Insular d'Imatge i so y sede del Centro de Estudios Avanzados de las Pitiüses. Para evitar el desalojo, que tendrá lugar de manera «dilatada» según informaron desde el Consell d'Eivissa, parte de los ocupantes han creado la ASOKA (Asociación de Okupas Cabreados) que presenta hoy una reclamación sobre el derecho de ocupación del edificio militar. En el documento que harán llegar a la máxima institución insular se pueden leer reivindicaciones como la siguiente: «En ningún caso nos opondremos a abandonar las instalaciones de la Comandancia una vez nos den la fecha definitiva de desalojo, por lo que pueden ahorrarse las amenazas, más propias de matones que de instruidas personas al servicio de la ciudadanía. Lo único que pedimos es que no nos dejen en la calle, que nos den una alternativa de alojamiento digno de seres humanos y no de bestias».
Mediadores El Consell d'Eivissa, por su parte, afirma que paralelamente al proceso administrativo, dos mediadores del Ayuntamiento de Eivissa están trabajando con las personas que viven en la antigua Comandancia: «Están estudiando cada caso para poder ofrecerles soluciones. Además se les está facilitando kits de higiene, soluciones de manutención o lavado de ropa, por ejemplo. Existe una voluntad de solución por parte del Consell».
«Nosotros somos gente sin techo, por eso estamos aquí. Vivimos como podemos», cuenta José Luis López, portavoz de Asoka, quien sobre la insalubridad del edificio cuenta: «Es inaceptable el que haya tanta cantidad de basura de todo tipo y excrementos; una parte de nosotros nos esforzamos por limpiar, porque ser pobre y tener un mínimo de higiene no es incompatible». Así, los ocupantes no disfrutan de agua corriente ni luz: «Nos apañamos con velas y garrafas de agua que conseguimos en la fuente», aunque otra parte de estas personas no se preocupan por la limpieza e higiene del lugar. José Luis, que llegó a la isla hace un mes y debido a la falta de empleo se vio obligado a trasladarse a esta casa ocupa, cuenta que si finalmente les dejan quedarse existe un compromiso de limpieza: «Los que limpiamos mantenemos nuestras zonas higiénicas y queremos que siga siendo así». Igual que José Luis, Jonathan Blanch, de Francia, Adid Wahab y Abdenaasser Derouchich, de Marruecos, llegaron a esta casa colectiva porque se quedaron sin trabajo: «Trabajábamos en la obra, pero nos quedamos sin empleo. No tienes trabajo, no tienes dinero, no pagas y te echan a la calle», cuenta Adid, quien todos los días sale a buscar trabajo con sus dos compañeros: «Lo seguimos intentando. Por las mañanas echamos curriculums, después vamos a internet a revisar las ofertas y si no hay nada nos vamos a la playa».
La asociación ASOKA se proclama como «una entidad sin ánimo de lucro, multirracial, multicultural y que acoge cualquier credo siempre que no se haga apología de la violencia». Su principal objetivo es conseguir «un techo digno que nos permita el desarrollo y evolución como personas de bien».
María José Real E