Empecé mi vida adulta en la armada. He visto lo peor de la vida. Por eso, a partir de ese momento sólo miro lo mejor de ella». Noam Ofir, israelí de nacimiento, pretende mostrar, a través de su exposición Moment, la línea de la vida. Una línea compartida por todos, que demuestra que no hay diferencias entre ningún ser humano: «Son fotos de la historia de mi vida. Mi vida, que no es diferente de la de cualquiera. Lo que quiero es que la gente mire las fotos, los pequeños detalles, y que les recuerden a algo de su propia existencia. Moment trata sobre la simplicidad de la vida».
Su propósito con esta exposición es demostrar que todos los seres humanos comparten algo, por muy pequeño que sea: «Me esfuerzo en demostrar que no existen idiomas, razas o ideologías, sino personas. Con mi fotografía quiero tocar este aspecto igual en todos».
Como remarca él mismo, lo que le diferencia de otros fotógrafos es el proceso de trabajo: «Me implico directamente en todo el proceso. Desde hacer la foto hasta revelarla, enmarcarla... No dejo que lo haga nadie más que yo». Además, el tipo de imagen: «Todas las fotografías son analógicas. No me gusta el digital, supone manipulación. Yo trabajo con el analógico porque es auténtico, real, como la vida».
Noam empezó muy temprano en este mundo: «A los doce años ya revelaba las fotos que hacía. Desde que salí de la armada he viajado en busca de estas cosas. El movimiento me inspira, no puedo quedarme en un sitio durante mucho tiempo».
La exposición, que estará abierta al público durante un mes en Atzaró, cuenta con fotografías de India, Eivissa, Nueva York, Barcelona, Bali, Israel, Irlanda o Inglaterra: «Todas están conectadas. Si se miran la primera y la última, no tienen nada que ver, pero si se siguen en línea, se aprecia una conexión, una historia», explica Noam.
Moment va dirigida a todos los públicos, ya que cualquier persona se puede sentir identificada: «Todo el que sea capaz de ver la belleza interior de las cosas será bienvenido». M. Bonet