Esta semana, el responsable de la Demarcación Territorial de Costas en Balears, Celestí Alomar, se reunió en Eivissa con la consellera de Patrimoni, Margalida Torres, para aunuciarle que no habrá nuevos derribos de casetas varadero sin el aval de la institución insular sobre el nulo valor etnográfico de la zona donde se actúe. Se pretende evitar con esta medida que la contestación social que pueden generar estas demoliciones se base en un supuesto valor cultural de las edificaciones.
La consellera insular, por su parte, recordaba que ya se ha completado un expediente de declaración de bien de interés etnográfico referente a sa Punta des Molí, está en trámite otro para que las casetas de sa Caleta y que se está estudiando la declaración (como bien protegido) de otros puntos de la costa ibicenca.
Tanto Alomar como Torres matizaron que las declaraciones de protección afectarán a zonas geográficas y no a construcciones concretas. «Nosotros no entramos en el valor de las casetas en sí, sino en el valor etnológico del lugar».
La mayoría de las personas encuestadas opina que hay dos tipos de casetas, por un lado las que se construyeron hace muchos años, con la finalidad de resguardar las embarcaciones y que ya forman parte de la costa ibicenca aportándole belleza y encanto, y por otro, las que aparecieron un buen día, sin saber muy bien el motivo y que hoy suponen, según el caso, importantes construcciones de cemento a pie de costa. La opinión generalizada es que las primeras deberían de permanecer donde están, como bien de interés etnográfico, e incluso hay quien opina que deberían de pasar a la titularidad pública para que todos las pudiéramos visitar. En cuanto al segundo tipo de casetas varadero, la opinión generalizada es que deberían de ser destruidas porque no le aportan nada a la costa ibicenca, tan sólo que algunos estén disfrutando de un bien que no les corresponde.
El momento de la polémica El pasado 13 de octubre, Costas culminó el derribo de las ocho casetas varadero ilegales situadas en la desembocadura del río de Santa Eulària, en es Caló de s' Alga de Siesta, y que distintas fuentes apuntaron a que tenían entre 30 y 40 años de antigüedad. Los operarios necesitaron hora y media para efectuar las labores que estuvieron supervisadas por un fuerte control policial y se realizaron sin que se produjera la concentración de protesta anunciada por los dueños de las casetas y algunos de los simpatizantes. Si bien una vecina de la zona, María Ribas, aseguró que unas 50 personas acudieron para mostrar su oposición, pero el fuerte dispositivo de seguridad se lo impidió.