La necesidad de mejorar la calidad de la oferta turística de Eivissa en todos los aspectos se repite como un mantra por empresarios y políticos, conscientes de la potencia de destinos emergentes como Turquía o Egipto, con precios baratos para productos de semi lujo y una planta hotelera de reciente construcción.
La respuesta a estos llamamientos, en cambio, no parece que esté siendo todo lo rápida que se podría desear. Según los datos de planta hotelera facilitados por el Govern, el pasado año había registradas oficialmente 80.319 plazas de alojamiento de las que 32.381 se pueden incluir en el rango de baja categoría (una o dos estrellas o llaves, según se trate de hoteles o apartamentos, así como casas de huéspedes, fondas y campings turísticos de tercera o segunda). En conjunto, esta oferta supone el 40% del total.
Es cierto que esta oferta cubre un segmento de demanda, pero también lo es que establecimientos de bajo nivel tienden a generar una valoración baja en los visitantes y atraen un turismo de bajo poder adquisitivo que no deja grandes cantidades en la oferta complementaria.
Apartamentos de una y dos llaves forman el grueso de esta oferta (9.107 y 7.468 plazas repartidas en 142 y 65 establecimientos, respectivamente), si bien los hoteles de dos estrellas también suponen una parte importante del total. En concreto, los 24 centros de este tipo suman 5.885 plazas.
El elevado nivel actual de esta oferta 'de bajo coste' no significa que no se hayan producido progresos en el sentido de incrementar la calidad global de la planta hotelera. Sin ir más lejos, el 2008 había registradas 1.500 plazas más de este tipo, en un ejercicio, además, en el que la planta hotelera total era inferior a a la de 2009 en 320 plazas. Tomando como referencia 1998 (la oferta total pitusa se mueve desde entonces entre las 79.000 y las 80.000 plazas), en ese ejercicio la oferta total de bajo nivel rozaba las 37.500 frente a un total de 79.300, representando el 47,2% del total.
Crece la temporada media
Independientemente de la conformación de la oferta hotelera, el resumen del ejercicio turístico de 2009 que maneja el Govern apunta un dato que podría mover a la esperanza si es que abre una tendencia y no acaba siendo una anomalía en el sistema. Se trata del importante incremento de pernoctaciones en la temporada media que convirtió el pasado año en el ejercicio con más estancias. En total, se alcanzaron los 4,14 millones de noches contratadas, valor que supera en unas 890.000 las registradas un año antes.
Este incremento va parejo a un descenso de la temporada alta casi en una proporción similar (se ha pasado de 14,95 millones a 14,15) y de una bajada de unas 210.000 noches en temporada baja (1,43 millones). Habrá que esperar si se trata de un progresivo alargamiento de la temporada u obedece a cuestiones puramente coyunturales, con menos escapadas complementarias a las vacaciones puramente de verano (menos viajes en temporada baja) y con una búsqueda de precios más accesibles (menos interés por la temporada alta).
El mal del turismo ibicenco tiene nombre alemán
La temporada pasada finalizó con un descenso en la llegada de turistas por vía aérea (principal modo de acceso a las Pitiüses) de unas 136.000 personas, según los datos que maneja la Fehif. Con todo, la cifra de 1,75 millones es la tercera mejor de toda la década, lo que permite suponer que la crisis turística tiene una base coyuntural muy fuerte, aunque haya también elementos estructurales que mejorar.
Si se tiene en cuenta que el turismo británico ha marcado su peor dato de los 10 últimos años (566.000 visitantes con una coyuntura económica que ha golpeado de forma especialmente dura aquel país) pero que en 2007 tuvo su máximo histórico (644.200), todo apunta a que con la recuperación de su economía repuntará el flujo de turistas.
El alza del turismo español e italiano (270.000 y 100.000 visitantes más desde 2000) también indica que la isla sigue teniendo tirón.
¿Cuál es entonces el problema de las Islas? La sangría de turistas alemanes, tradicionalmente fieles a la Isla, tranquilos y con un poder adquisitivo medio o medio-alto. El año pasado fueron 231.000, cifra que supone 215.000 menos que al inicio de la década y que les hace perder un puesto como mercado de referencia al ser superados por los transalpinos (244.450).