Algunos papás y mamás a las once de la mañana ya esperaban en las aceras el paso de la comitiva carnavalesca de los colegios Can Raspalls, Can Guerxo, Sant Jordi y Verge de les Neus. Sin embargo, no fue hasta casi las doce menos cuarto cuando se produjo el encuentro de los colegios Sant Jordi y Can Raspalls, por un lado, con Can Guerxo y Verge de les Neus, por el otro. A la altura de este último cole, los estudiantes iniciaron la marcha con canciones, conversaciones, mucho color y música, aunque muchos progenitores y algún que otro docente se quejaba de que faltaba ritmo musical en esta comitiva tan variada.
Con gorros de todo tipo, camisas de mil colores, pantalones, gafas y otros tantos complementos, los mariol·los de Sant Jordi abrían paso haciendo ruido con botes de cola-cao llenos de piedrecitas y silbatos. Unos metros más atrás, los pequeños músicos hippies de Infantil de Can Guerxo simulaban que tocaban sus guitarras eléctricas que eran casi del mismo tamaño que las enormes gafas de sol que muchos de ellos lucían. «Es la primera vez que nos disfrazamos aquí en Eivissa y de hippie. Tengo dos hijos en este cole: Daniel, de tres añitos, y David, de cuatro. Están los dos muy guapos», explicaba Gabriela, natural de Cádiz, que explicó que en su tierra se vive mucho todo lo relacionado con el Carnaval. «Y queremos mantener ese espíritu aquí, en Eivissa», precisó. A la época de los sesenta siguieron los punks de los setenta y ochenta y los raperos de los 90, que con sus casettes al hombro y sus gestos actuaban como auténticos músicos urbanos.
«La vida pirata es la vida mejor: sin trabajar, sin estudiar, con la botella de ron», era lo que cantaban los piratas de todas las edades de Can Raspalls a los que no les faltó ningún detalle, incluso tenían una princesa secuestrada. Y llegó el momento de unir temas tan diferentes como la historia, el rugby y el mundo de los cuentos con sus princesas con el centro Verge de les Neus.
A su paso por las calles de Sant Jordi fueron muchas las personas que salieron de sus casas para ver a estos pequeños desfilar ataviados con ropajes de mil colores. «Me hace mucha gracia verles pasar», explicó Antonia, que vio la rúa desde su casa.
Media hora más tarde, todos los estudiantes llegaron a la plaza de Sant Jordi para compartir allí bailes, como el mítico Maria Caipirinha de Carlinhos Brown, indispensable para conseguir ambiente de Carnaval.