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La historia a través de los ojos de Marieta

Un documental recoge la parte menos conocida de la iglesia de Sant Antoni de Portmany

Enrique Villalonga, Toni Tur y Marià Torres, son tres de los cerebros de este proyecto que se reproduce en el coro de la Iglesia de Sant Antoni | Daniel Espinosa

| Eivissa |

Durante cerca de veinte minutos la parte menos conocida de la iglesia de Sant Antoni de Portmany vuelve a salir a la luz gracias a un documental pensado para proyectarse en el templo y que se puede ver en tres paredes de forma simultánea. Se trata de una proyección multimedia cuya idea original es de Toni Tur y en la que Enrique Villalonga ha sido el director, compositor y director de fotografía, Julio Arche, el encargado del sonido y Carlos Tur Costa, el autor del story board.

En él se cuenta de forma didáctica y amena el proceso de construcción del templo y su antiguo uso defensivo por parte de los vecinos de la zona ante los ataques de los piratas en el siglo XVII, a través de una niña de nombre Marieta, interpretada, como todos los papeles, por 21 miembros del grupo de teatro Quartó de Portmany.

Para ello, se ha rodado en algunos de los lugares menos conocidos del templo y que normalmente permanecen cerrados al gran público. Uno de los más llamativos son los habitáculos donde se refugiaban los vecinos cada vez que había un ataque. Según Marià Torres Torres, conseller de Política Educativa y Cultura, y otra de las almas de este proyecto, «en total hay cinco por cada lado de la nave central, cinco al norte y cinco al sur, y que sólo pueden ser reconocidos desde la parte del coro por las pequeñas ventanas que se ven en las paredes». De ellos, se desconoce quiénes fueron los arquitectos que construyeron los primeros, aunque según Marià «si se tiene constancia de que el último de ellos, el más cercano al coro, lo construyó el maestro de obra Pere Ferro, de Denia, que también trabajó en las reformas de la iglesia de Santa María de Eivissa, del Convento de los Dominicos y de la iglesia de Sant Josep, desde febrero de 1730 hasta su finalización».

En dichos habitáculos las familias podían resitir varios días, ya que como afirma Torres, «había incluso un pozo de agua potable, y se alimentaban de queso, pan, olivas y almendras». Algo que queda reflejado en uno de los momentos más emotivos del documental gracias a una fotografía espectácular de Alejandro en la que, mediante una sucesión de planos, se puede ver a una de las payesas cantando una nana a un niño mientras se produce el ataque.

Aislados del exterior

Así mismo, todavía queda el vestigio en el templo de una pequeña trampilla por la que se entraba a través de una escalera de cuerda y que, aunque actualmente está tapiada, se puede ver desde uno de los habitáculos que está pegado a la pared del plebisterio. Con ello, según Torres, «los vecinos quedaban totalmente aislados del exterior y sólo podían salir por la terraza de la iglesia».

Torre de los cañones

Precisamente en esta terraza se puede ver con nitidez el aire de fortaleza que tiene el templo. Aquí, destaca la torre de planta cuadrada del siglo XVI donde en dos salas de igual tamaño residían dos familias de artilleros que estaban al cargo de dos cañones que protegían la zona hasta el siglo XIX. Este uso también aparece recogido en el documental, demostrando además según Torres, «la manera que tenían de comunicarse los vecinos de torre en torre de vigilancia mediante el sonido de las caracolas cuando atacaban los piratas, y que hacía que en menos de cinco minutos todos estuvieran alerta».

Y después, los más valientes, se subían a la torre, y como afirma Torres, «intentaban rechazar a los invasores a través de estas piezas de artillería que alcanzaban una distancia de 4 kilómetros y medio llegando a cerca de sa Conillera».

Desgraciadamente a día de hoy, la torre de la iglesia está bastante deteriorada por el viento y la salitre y por su material, compuesto fundamentalmente de piedra, mortero, cal y arena. Algo que se puede ver en uno de los pocos pasajes del documental que se rodó fuera del templo, más concretamente al lado del mar y, según Enrique, «con un gran trabajo de documentación para construir todas las herramientas que se usaban entonces para extraer la piedra y que no desentonara nada históricamente».

Por todo ello, el rodaje se prolongó durante tres meses, y según Toni «luchando en algunos momentos contra temporales ya que, incluso, el día en que rodamos en la torre la escena del ataque, tuvimos que soportar el día más frío de todo el invierno y los actores del grupo de teatro aceptaron sin rechistar con sus trajes de época».

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