Comida y bebida por doquier. Esta es una de las principales características de la Eivissa Medieval 2011 que ofrece muchísimos productos pero a unos precios que asustan a muchos de los visitantes que se encuentran con graves problemas para hallar algo que baje de los 3 euros.
Por eso Juan, que estaba visitando el mercado junto a sus hijos Cristian y Laura y su mujer María, afirmaba que «comprar comida y bebida para una familia sale por un dineral ya que enseguida te das cuenta que te has gastado treinta euros».Algo que se nota sobre todo en el Baluard de Santa Llùcia, el lugar destinado por la organización para que los asistentes repongan fuerzas al mediodía o por la noche. Aquí la gaditana Verónica que ha venido con sus compañeros del Imserso, afirma que «es una vergüenza porque por un platito de pulpo o de lacón te cobran doce euros más la bebida a dos euros o por un mini pincho de pollo más un vasito de vino por tres euros».
Pero más allá de los altos precios lo que llama la atención es la gran variedad de productos que se ven en las calles.Por ejemplo, los más pequeños tienen para elegir con la gran cantidad de chucherías y caramelos que hay; los más golosos se pueden poner morados comiéndose unos bollos de gran tamaño; o los amantes de los variantes pueden degustar aceitunas gordales, gaspacha picantes, sevillanas, negras de aragón, partida aloreña extra...
También hay productos clasificados por provincias como los embutidos de León, Extremadura o Girona que ofrecían productos sin gluten y lactosa que muchos de los visitantes no acababan de creerse o anchoas legadas directamente desde el puerto cántabro de Santoña.
Todo ello convive con productos mágicos y sorprendentes como elixires de amor hechos a base de gengibre, limón y miel y que congregaba a muchos curiosos; 'love pancakes' realizados, como decían sus vendedoras, con mucho amor y mucha alegría y que estaban rellenos de mermeladas de mandarina, ciruela y hasta tomate rojo; y productos elaborados con algarrobas que se vendían bajo una frase de Hipócrates que rezaba «que tu alimento sea tu medicina».
Y junto a ellos, hay puestos que se pueden considerar tradicionales como los de las monjas que ofrecen cocas de San Cristóbal, empanada de carne o cocarois. Era uno de los más visitados , ya que como afirmaba Luisa, «son siempre los mejores y además a precios que resultan de lo más asequible teniendo en cuenta como está el resto».