Eivissa amaneció ayer con nubes y amenaza de tormenta, así que los comerciantes se pusieron contentos. Por algún motivo, si no hay sol, los turistas no van a la playa y prefieren aprovechar para conocer Dalt Vila e ir de tiendas.
«Yo hoy no trabajaba pero como hacía malo mi jefe me ha llamado, así que estoy aquí, no como los españoles, que no abren, y claro, por eso en España hay crisis y en Alemania no, o no tanta». Jasmine, tan alemana como su jefe, Walter, propietario de la boutique Noon, en la calle Miquel Caietà Soler, junto a la Plaza del Parque, sonríe pero no habla en broma. «Además», añade, «¡nosotros no hacemos siesta!».
«No es verdad, sí que abrimos y trabajamos mucho, ¡mira si no cómo estoy yo aquí!», rebate Rosalía, de la boutique FannyFox, en el 30 de la calle Castelar, en la Marina, que está a rebosar. «En esta calle somos todos españoles y abrimos todos, y si abrimos será que nos somos unos vagos, ¿no?, ¡lo que tienen que hacer los alemanes es aprender el idioma!», se queja Rosalía, que destaca el hecho de que en Eivissa, muchas veces, en las boutiques los trabajadores no hablan ninguno de los idiomas oficiales del país.
Desde Barcelona
Ayer por la mañana las calles comerciales de la Marina y la Plaza del Parque estaban bastante concurridas. Por contra, en la playa de Talamanca no había ni un alma.
Ana, Marta y Rosa forman parte de un grupo de ocho amigas de Barcelona que han pasado unos días en Eivissa.
Hoy ya regresan a su ciudad y ayer, como el sol no castigaba, decidieron ir de compras por la cuidad.
«Como ha salido malo nos hemos venido de compras», dice un de ellas. Salen de una de las tiendas que algunas discotecas tienen en la Marina, junto al Mar y Sol, cuya terraza, al igual que la del Montesol, está llena por completo.
«A veces compras prendas que aquí te gustan, pero después te das cuenta de que no te las puedes poner», agrega otra. «Yo creo», dice la tercera, «que la ropa en Eivissa es cada un vez un poco más horterilla».