A estas alturas del año escolar la mayoría de los padres ya han recibido una nota avisándoles de que deben revisar el cabello de sus hijos para comprobar si tienen piojos. La presencia de estos parásitos en las aulas se ha convertido en un hecho cotidiano, con cada vez una mayor preocupación por parte de profesores y padres para prevenir su aparición o, si no se llega a tiempo, aplicar un tratamiento efectivo. «Son parásitos exclusivos del hombre, no se encuentran en ningún otro animal, y además necesitan un contacto estrecho, porque si están fuera de su morador a los pocos días mueren», explica Miguel Ángel Miranda, entomólogo de la Universitat de les Illes Balears.
Precisamente, esa característica principal es la que explica que los casos aparezcan habitualmente entre los niños. «Si nosotros, en nuestro lugar de trabajo, jugásemos como ellos, tendríamos igual», aclara Miranda, quien añade que estos insectos «son unos bichos muy oportunistas» que difícilmente proliferan si no se dan grandes concentraciones de personas. Por eso en situaciones de catástrofes naturales son muy comunes, especialmente los piojos de la ropa.