Pepita Costa, asesora económica, es una persona combativa. Tal vez esa sea la razón por la que tomó las riendas de la Federación de Padres y Madres de Alumnos de Eivissa en un momento tan convulso como el que vive el mundo de la enseñanza. Madre de dos hijos, de 15 y 10 años, escolarizados en el IES es Vedrà y el colegio L'Urgell, respectivamente, reconoce que siempre ha estado vinculada al mundo de la educación y destaca la importancia que tienen las asociaciones de madres y padres en el funcionamiento de los colegios. Hace años, como alumna, recuerda que «sufrió las deficiencias del sistema educativo de Balears».
—¿Cómo se ha encontrado el mundo de la educación?
—Muy mal. Es un periodo muy caliente y reivindicativo, pero siguiendo con la tónica de los dos últimos años. Yo no estaba en la directiva de la FAPA, pero sí estaba en las Amypas de los centros de mis hijos y en contacto con los sectores de la comunidad educativa. En Eivissa ha habido una serie de deficiencias, pero estos dos últimos años se le ha sumado más: recortes, eliminación de proyectos de apoyo y, en definitiva, todo lo que conlleva la política de recortes que nos ha conllevado la crisis económica.
—¿Sigue preocupando en la FAPA la falta de participación de los padres en los colegios o está cambiando?
—Sigue preocupando porque en general la sociedad balear no es muy corporativa. Cuesta unirse en asociaciones y movilizarse cuando los padres tienen una sensibilidad con esas preocupaciones pero, a raíz del conflicto de la huelga indefinida y de este inicio de curso tan turbulento como hemos tenido, ha despertado mucho interés en los padres. Una de las cosas positivas que ha tenido esta problemática educativa ha sido movilizar a padres que hasta ahora se habían quedado en la retaguardia. Hay que decir, no obstante, que nosotros desearíamos una mayor participación de los padres.
—¿No ha tenido un desgaste la FAPA al pedirle a los padres que no lleven a sus hijos al colegio durante tres semanas?
—Era una recomendación porque estimamos desde FAPA y las Amypas, ya que en los centros no se iban a impartir clases, que era una manera de que la Conselleria d'Educació entendiese que los padres apoyábamos las reivindicaciones educativas y no veíamos la necesidad de llevar a nuestros hijos a los centros si allí no iban a dar clase ni desarrollar curriculums. Fuimos siempre sensibles con los padres que, por cuestiones laborales, no podían hacerlo y en los centros atendieron a esos niños correctamente pero, por supuesto, perdieron clase. Era final de temporada y mucha gente trabaja. Eso supuso un sacrificio porque hay padres que no tienen abuelos ni familias con quienes dejarlos, pero despertó también una solidaridad. Es verdad que hubo un desgaste que coincidió cuando los profesores decidieron hacer la suspensión temporal de la huelga.
—Una suspensión que sigue.
—Sí y desde nuestra asociación criticamos. Desde la Conselleria pidieron que hubiera esa suspensión para seguir negociando y vemos que no se está negociando, ni haciendo ningún tipo de reunión. Estamos realmente sorprendidos porque vemos que se está dejando pasar el tiempo como si no hubiera una herida abierta. Hay un conflicto y un problema. Entendemos que se está utilizando para no llegar a acuerdos de ningún tipo que vemos muy necesarios.
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