Fernando Alvarado, nació en Cochabamba, Bolivia, hace 54 años. Desde 1993 es sacerdote y sociólogo jesuita y desde hace cuatro años director general de la Fundación Asociación Cultural Loyola (Aclo) en su país natal, tras haber sido técnico de campo o educador popular. Hoy a las 20, 30 horas, invitado por la delegación de Manos Unidas en Eivissa, da una charla en la iglesia de Santa Creu de Vila para hablar de la solidaridad en tiempos de crisis.
—Con la que cae, ¿aún es posible la solidaridad?
—Claro que sí, y con mayor intensidad. La solidaridad es algo esencial en el ser humano y deberíamos inculcarla en las escuelas.
—¿Lo dice porque es cura y jesuita?
—No sólo. Pero es un valor humano que entre los cristianos ha de ser aún más reconocible.
—Entonces, ¿aún es posible un mundo mejor?
—Por supuesto, el sueño de la humanidad es que el mundo cambie.
—Eso pasa por erradicar, por ejemplo, la pobreza. ¿Cómo se logra eso?
—Es difícil. No sólo es un trabajo de Manos Unidas o de la Fundación Aclo, sino que es una tarea en la que se han de involucrar estados, instituciones públicas y privadas y, por supuesto, la Iglesia. Como dice la ONU todo pasa por alianzas estratégicas a nivel global. Es necesario que cada uno ponga su granito de arena para que baje la cifra de mil millones de pobres que hay en todo el mundo.
—¿Qué papel juega la Iglesia en todo esto?
—Una característica de la Iglesia es estar al lado de los pobres como lo hizo Jesucristo, que no hay que olvidar que nació sin muchos recursos. Por eso, para los cristianos es casi una obligación ética y moral estar junto a los que menos tienen.
—Un mensaje muy parecido al del Papa Francisco, que es jesuita y latinoamericano como usted.
—Sí, realmente se trata de actuar en consecuencia. Además, el mensaje de la Iglesia sería mucho más creible si nos vieran al lado de pobres ayudando.