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Josep tiene quince meses y apenas camina. Sin embargo, con sus enormes ojos azules observa todo lo que hay a su alrededor y ya coge con fuerza entre sus manos una azada, abre y cierra el riego, y guarda con facilidad las patatas rojas que recoge Pepe, su padre, en una caja. Lleva el sentimiento pagès en la sangre. Y es que no podía ser menos teniendo en cuenta que es el cuarto de una generación dedicada desde 1850 a cultivar productos de la tierra, como sandías, lechugas, cebollas y, por supuesto, patatas.
«El padre de mi marido Antoni Ribas se marchó a Cuba a hacer fortuna y cuando volvió, con lo ahorrado, compró esta finca, la llamó Can Bernadet, y comenzó a cultivar algunos productos de la tierra», explica Josefa Cardona, abuela del pequeño Josep y nuera de Antoni. Desde aquel momento, ninguno de los hombres de la familia, Antoni, Josep, ahora con 75 años, y Pepe, de 49 y actual presidente de la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni, han dejado de labrar estas tierras sacando de ellas productos de primera calidad.
Una veintena
A día de hoy el propio Pepe es uno de los escasos veinte agricultores profesionales que quedan en la Isla. «Somos una familia que hemos crecido entre cultivos y aunque somos conscientes de la evolución que ha sufrido la sociedad ibicenca estamos muy orgullosos de ser pageses, de poder seguir viviendo de cultivar y vender productos de nuestra tierra y de ayudar a que estos trabajos no se pierdan», explica esta mujer nacida en Sant Mateu resumiendo la filosofía de vida que marca a esta familia.
Algo que ha entendido Pepe y que ahora intenta que comprenda su hijo de apenas quince meses. «Todo lo que se hace con gusto no cansa, pero sí es verdad que la agricultura es un trabajo muy duro y de baja rentabilidad si tenemos en cuenta que los costes en energía, combustible o abonos se han quintuplicado mientras que los precios de venta en origen han cambiado muy poco siendo prácticamente los mismos que hace quince años», se lamenta.